Tenía un patrimonio valuado en 1.300 millones de dólares. Su relación más conocida fue con el banquero Edmond Safra, quien murió por un incendio en su mansión.
Una vida de película. Digna de una biopic que podría publicarse en cualquiera de las plataformas de streaming. A los 87 años murió Lily Safra, la brasileña que era una de las mujeres más ricas del mundo, con una fortuna que superaría los 1.300 millones dólares, según Forbes. Cuatro matrimonios con maridos tapados en oro, un suicidio, un crimen, cuatro hijos y una historia que comenzó con una calabaza y terminó en carroza.
La fabulosa vida de Lily comenzó en Brasil en 1938, con el nacimiento de una niña en la cuna de una familia de inmigrantes ruso-judíos de clase media en Porto Alegre. Pero no duró mucho allí. Convencida de cómo quería que fuera su vida se casó a los 19 años con el fabricante de medias argentino Mario Cohen.
Pero aquella relación no perduró y unos años después en una fiesta conoció al millonario brasileño Freddy Monteverde, abandonó a Cohen y volvió a casarse en 1965. A los cuatro años de relación, el magnate de la distribución eléctrica en Brasil apareció muerto en una habitación de Río de Janeiro con un tiro en el tórax. La policía determinó que se había suicidado.
Lily entonces heredó lo que al día de hoy serían unos 230 millones de euros. Ya con muchos ceros en su cuenta bancaria, se negó a seguir viviendo sola y viajó a Londres donde puso su patrimonio y su corazón en manos del banquero judío libanés Edmond Safra. Pero la familia de Safra no veía con buenos ojos a Lily e impidió su relación.
Ella entonces optó por casarse con el empresario inglés Samuel Bendahan. Este tercer matrimonio duró solo un año y sirvió para reavivar la pasión entre el banquero y Lily. Sin hijos de ninguna de sus uniones y con una jugosa fortuna a su favor, a los 38 años logró atraer la atención de este último millonario, quien le dio su apellido y, después de 23 años, tres hijos y una hija.
Pero, como todo en la vida de película de Lily, de vuelta apareció la tragedia. En 1999 un incendio en su mansión provocó la muerte de su marido. Días después se supo que en realidad había sido el enfermero de la familia quien inició el fuego de manera intencional, pero que su intención no era asesinar a Safra, sino vengarse de otro miembro del personal que también vivía en esa propiedad.
Las llamas alcanzaron el cuerpo del magnate mientras que Lily logró esconderse en una habitación en el instante que las alarmas contra incendio comenzaron a sonar por toda la casa y sobrevivió ilesa.
De nuevo la mujer heredó una gran e inmensa fortuna y con eso creó la Fundación Edmond Safra, con fines benéficos. Una de sus iniciativas, el Edmond and Lily Safra Center for Brain Sciences hizo posible una investigación en la que crearon un tipo de escáner capaz de detectar cambios moleculares en el cerebro, tal como se anunció en la investigación fue publicada en 2019 en la revista Nature. Sus hallazgos, señalan los expertos, podrían ayudar en el diagnóstico y tratamiento de enfermedades como el Parkinson y el Alzheimer.
Además del dinero en las cuentas bancarias, la brasileña nacionalizada en el principado de Mónaco también heredó la Villa Leopolda, un inmenso palacio en el sur de Francia construido por el rey Leopoldo de Bélgica y valorado en 389 millones de euros.
Sus últimos años los dedicó al arte, su otra gran pasión. Lily obtuvo muchas obras, aunque pocas como la escultura de Alberto Giacometti, El hombre que marcha, que compró en una subasta celebrada en Londres en 2010 y con la que batió el récord como la obra de arte más cara jamás vendida: 74,3 millones de euros.
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