En épocas de estrés psicosocial como la actual, puede ayudar a bajar el nivel de preocupación.
He descartado mirar noticieros en este tiempo. La realidad es que antes solo pegaba una ojeada rápida a uno de la mañana y quizás completaba la info-resumen de la jornada en Twitter más a la nochecita.
Pero desde que las cosas comenzaron a ponerse más oscuras en el país (léase pandemia inesperada, economía desbocada o grieta ensanchada), restringí aún más los medios de comunicación y el acceso a los eventos cotidianos.
Esto conlleva ciertos riesgos. Cuando uno conoce menos de la realidad cuenta también con menos información para tomar decisiones acertadas.
Puede sentirse perdido en charlas en mesa de amigos o no activar recursos que pueden ser positivos.
Igualmente, siento que la ganancia es mucha: la tensión y la incertidumbre que nos transmiten los medios en estos tiempos nos estresa y puede cargarnos innecesariamente de preocupación. La información es tan desbordante e invasiva por momentos.
El dilema es ese: ¿conocer o no conocer? Esa es la cuestión.
Cada persona debe buscar estrategias personales para enfrentar el estrés psicosocial. Foto Shutterstock.
Homo sapiens: el karma de conocer
El término Homo sapiens está formado con raíces latinas y significa «especie de primates que pertenece el ser humano». Sus componentes léxicos son: homo (hombre) y sapiens (inteligente).
Sapiens habla de conocer, de saber. Si hay algo que nos diferencia de las otras especies es que el ser humano conoce, aprende, evoluciona intelectualmente y eso lo ubica en un lugar destacado del ecosistema; pero también lo transforma, en su aspecto negativo, en un posible dañino y destructor.
Desde temprana edad se nos incluye en el mundo social a partir de la transmisión de conocimiento necesario para sobrevivir. No existe claro consenso en cuánto ni cómo hacer eso en determinadas circunstancias.
Por ejemplo, si cuando somos pequeños es conveniente saber qué es la muerte y cotejarse con ella o recibir información de cómo se produce el embarazo de un ser vivo.
Se nos protege muchas veces del conocimiento de la verdad para que no tengamos una experiencia que pueda desbordar nuestra capacidad de procesarla.
Esto es especialmente cierto en el dolor. ¿Recuerdan las escenas de La vida es Bella donde el padre «engaña» astutamente a su hijo con respecto a la dureza de la verdad del campo de concentración? Esa protección con los años es comprendida y valorada por su hijo. Es un regalo altruista de aquel, un sacrificio con sentido.
La desconexión digital es un objetivo ansiado por muchos. Foto Shutterstock.
En las poblaciones pequeñas existe también un acuerdo general de que a veces es necesario limitar el chismerío porque puede llegar a dañar a los demás. Ignorar a veces es mejor que conocer. Y de eso vamos a hablar ahora.
Castaneda y la ingenuidad controlada
En la obra del antropólogo Carlos Castaneda aparece este concepto de ingenuidad controlada en el sentido que estamos indicando: como una acción consciente de autoprotección frente a cierto tipo de conocimiento innecesario. Como «hacerse el distraído a sabiendas».
Este autor desarrolla en distintas obras la experiencia de Don Juan, un chamán mexicano y su antropólogo aprendiz (él mismo) que conversan sobre distintos temas de la vida y experimentan con el consumo del peyote, una sustancia psicodélica para provocar estados alterados de consciencia.
Pero lo interesante es una serie de conceptos muy valiosos que se discuten. Uno de ellos es lo que don Juan llama la ingenuidad controlada, o el desatino controlado.
Según el autor, es una forma de poder que permite no sobrecargarse de preocupaciones y sólo conocer lo necesario para actuar de manera impecable.
De alguna forma, el guerrero utiliza su conocimiento sólo en aquello que le es significativo y necesario, decide voluntariamente ignorar aquello que no le es valioso para su acción.
Pensemos en los tiempos que corren, donde el estrés psicosocial se ha incrementado de manera intensa y deriva en preocupaciones continuas que nos estresan.
Porque éste es el punto, no se trata sólo de la cantidad de información, sino de aquella que por su fuerza nos llena de preocupación y/o angustia; de incertidumbre y frustración.
¿De qué cuidarnos especialmente?
-De los programas de televisión informativos.
-De las redes sociales cargadas de noticias políticas (especialmente Twitter, centro indiscutibles de las peleas más ácidas).
-De las personas muy influidas por la política y especialmente motivadas a discutir.
-De nuestra propia mente rumiante, que da vueltas por las preocupaciones constantes.
Cuando los tiempos se vuelven difíciles no tiene sentido luchar denodadamente con los obstáculos ni escondernos evitativamente. Se trata de elegir qué conocer y qué no, qué podemos controlar y qué no para no consumir nuestros recursos emocionales.
Porque de eso se trata, de cuidarnos amablemente frente a los vientos embravecidos de nuestra existencia.
