La plataforma reveló el thriller de «Dahmer», la serie sobre el asesino serial cuyo físico y poder de seducción provocó 17 asesinatos. ¿Cuándo estrenan la serie?
Ryan Murphy ya tiene lista una serie para Netflix sobre Jeffrey Dahmer, uno de los asesinos más temibles de la historia. Y este viernes, la plataforma de entretenimientos presentó el thriller de lo que será la serie.
La serie se llama «Dahmer» («El monstruo; la historia de Jeffrey Dahmer») y tiene a Evan Peters como protagonista, un actor muy similar al monstruo real.
A Jeffrey Dahmer se lo conoció popularmente como «El caníbal de Milwaukee».
¿Cuando estrena Netflix la serie «Dahmer»?
La serie «Dahmer» tendrá diez episodios y será estrenada el próximo 21 de septiembre de 2022 por la plataforma Netflix.
La historia de Jeffrey Dahmer, en Netflix
En las siguientes líneas nos aventuraremos a enumerar una decena de momentos en la vida de este malévolo ser que no podrían faltar en la arriesgada historia que se atreverá a contar Murphy con su estilo inconfundible.
Atención: lo descrito aquí abajo no es apto para sensibles. A continuación, la historia de la vida de Jeffrey Dahmer…
I: Arresto
¿Por qué no empezar casi por el final? Decimos casi porque el absurdo final de esta historia amerita aparecer en el episodio X. Ya vamos a llegar.
El 22 de julio de 1991, Jeffrey Dahmer quedó detenido por la policía de Milwaukee, lugar donde nació y cometió sus diecisiete asesinatos, todos hombres.
En la cárcel recompuso su relación con Lionel. Foto: Clarín
Tras haber hecho gala de una inutilidad inigualable a lo largo de los años, de que Jeffrey se les escurriese de las manos en incontables ocasiones, los agentes locales dieron con él porque una víctima pudo hacer lo que las otras no: escapar.
Esa persona era Tracy Edwards, quien ni bien pudo salir del departamento de Dahmer corrió a dar aviso a la policía. Las fuerzas de seguridad se presentaron en la casa del asesino y descubrieron, entre otras cosas, que Dahmer guardaba partes de cuerpos y fotografías de cadáveres. No hubo lugar ni a una sola duda de que era culpable.
Cuando «El Carnicero de Milwaukee» notó que no tenía escapatoria y que no podría negar ante la Justicia lo que hizo se decidió a confesar sus crímenes con lujo de detalles. Por eso esta historia puede llegar a ser más repulsiva de lo normal.
El jurado consideró que el criminal estaba en su sano juicio, lo condenó a casi 900 años de prisión (quince perpetuas) y lo envió al Columbia Correctional Institution, en Portage.
II: Infancia corriente
Antes de comer cerebros humanos, el pequeño Dahmer se llevaba bien con sus amigos. Jugaba con sus compañeros como suelen hacerlo los chicos. Mientras tanto, sus padres Lionel y Joyce le daban amor.
Cuando tenía seis empezó a notar que en su casa había mucha tensión. Tensión es una sensación importante que Dahmer menciona siempre en sus entrevistas. Sus progenitores se estaban separando y se gritaban constantemente sin llegar nunca a la violencia física.
Esto a Jeffrey no le gustaba, por lo tanto en su hogar se volvió cada vez más retraído y tímido. En esa época, coincidencia o no, le encontró el gusto a la disección de animales.
El momento exacto en el que Jeffrey se dio cuenta de que abrir animales era lo suyo fue en una clase de biología de noveno grado, cuando tuvo que inspeccionar en clase el cuerpo de un cerdo.
III: Origen del mal
Cuando no estaba en el colegio, el pequeño Dahmer cazaba animales de zonas linderas, les abría los vientres y les sacaba los huesos.
La historia más espeluznante de esta etapa de su vida tiene que ver con el día que encontró un perro grande postrado en una ruta y se lo llevó con la idea de separar sus huesos de la carne, reconstruir el esqueleto y venderlo.
Finalmente no cumplió con su objetivo, pero hizo algo aún más truculento: le cortó la cabeza, la clavó en una estaca y la dejó en el bosque que había cerca de su casa. Le dijo a un amiguito que la había encontrado entre los árboles, los dos fueron hasta el lugar y él le sacó una foto.
Lo condenaron a 5 cadenas perpetuas. Foto: AFP
Hasta un momento determinado de su vida, Jeffrey solo tenía estas actitudes con animales. Después llegaron los humanos. Llegó el ansia de control.
A los 14 o 15 años, «El Carnicero» empezó a fantasear con encontrarse a alguien haciendo dedo, llevarlo en su auto a su casa y hacerle lo que quisiera. A los 18 cumplió su fantasía.
IV: El autoestopista
El protagonista de la historia encontraba en la disección de animales un placer “difícil de describir” relacionado al sentido del control.
De adolescente empezó a darse cuenta de que era homosexual. También comenzó a tener pensamientos obsesivos de violencia entremezclados con sexo. No sabía cómo contárselo a alguien y eso no contribuyó con lo que vendría después.
Cuando tenía 18, un día que volvía de tomar unas cervezas con unos amigos en Milwaukee se le presentó la oportunidad perfecta para cumplir con su fantasía: iba en su auto por la ruta y vio a un joven haciendo dedo.
Era 1978. El muchacho era Steven Hicks. “Ojalá hubiera seguido adelante”, dijo Dahmer décadas posteriores.
-¿Quieres subir a fumar marihuana? Comenzó Jeff.
-¡Por supuesto! Respondió Hicks sin sospechar ni un poco de su salvador.
Dahmer y Hicks fueron a la casa de «El Carnicero», que estaba vacía. Una vez allí, Jeffrey actuó motivado “por sus fantasías” y por su excitación por los órganos internos.
Para poder dominarlo, Jeffrey le pegó a Hicks con una mancuerna y lo estranguló con el mismo objeto. Una vez muerto se masturbó sobre su cadáver.
Al día siguiente, Jeffrey compró un cuchillo, le abrió el vientre y se masturbó por segunda vez -aunque en esta ocasión sobre sus vísceras-. Después despedazó el cuerpo, lo metió en una bolsa y lo guardó en el baúl de su auto. Se subió a su coche y partió rumbo al basurero más cercano.
De camino al cesto, Dahmer fue detenido por unos policías. Los agentes le hicieron la prueba de alcoholemia -que superó- y le preguntaron qué llevaba atrás. El otro les dio una simple excusa y los policías lo dejaron ir.
Asustado por la secuencia, Jeffrey regresó a su casa con los restos del hombre en el baúl y los escondió en unas tuberías que había en su sótano. Dos años después volvió al lugar, machacó los huesos de Hicks y los esparció por la maleza de alrededor de su patio.
V: Aparente calma
Tras haber cometido el primer asesinato Dahmer estuvo nueve años sin asesinar a nadie. En este interín se separaron sus padres y se volvió adicto al alcohol y a las drogas. También se terminó de dar cuenta de sus preferencias sexuales. De nuevo, ocultó todo.
Lionel le insistió a su hijo que estudiara una carrera y Dahmer accedió: se anotó en la universidad y en el ejército. Lejos de encarrilarlo, de los dos lugares lo expulsaron por su nefasta conducta.
Dahmer nació en 1960. Foto: AP.
El siguiente intento que hicieron con Jeffrey fue enviarlo a vivir a la casa de su abuela. Creían que ella podría ayudarlo con su situación. Y lo hizo. La convivencia del joven con la señora sirvió para que dejara las drogas y el alcohol.
Pasaban los años y Jeffrey seguía reprimiendo sus impulsos de control y sexo. Hubo un momento en el que no aguantó más.
Dahmer se encontraba en la biblioteca cuando un hombre le dejó un mensaje ofreciéndole favores sexuales. Él lo rechazó, pero ese gesto lo hizo entrar en un espiral de violencia que no tuvo fin.
A los días, Jeffrey compró un maniquí y se masturbó sobre él. Su abuela se dio cuenta y, como era de esperar, se produjo un escándalo.
VI: El segundo crimen
Antes de guardarse el cráneo de Steven Tuomi, Jeffrey amagó dos veces con hacer cosas extrañas y malévolas.
En 1984 casi desentierra el cadáver de un chico atractivo pero cuando llegó al cementerio se arrepintió porque las condiciones del suelo no eran las ideales. En 1986, la policía lo detuvo por exhibicionismo público.
Un año después de su primer encuentro con los agentes del orden, Dahmer mató por segunda vez y dejó entrever lo que luego sería su modus operandi.
Asistió a un bar de Milwaukee, conoció a Tuomi y, como con Hicks, fueron juntos a su casa. Le puso una pastilla en su bebida porque quería acostarse con él y desde ese momento hay una apagón en la mente de Dahmer. No recuerda que sucedió.
Lo cierto es que cuando se despertaron Steven estaba sin vida colgando de la cama y ensangrentado.
Jeffrey luego diría que no recuerda cómo asesinó a Steven, pero que probablemente lo hizo a golpes. Lo que sí rememora es cómo se deshizo del cuerpo mutilado y que se guardó durante unos días el cráneo, objeto al que luego blanqueó por gusto personal.
“La obsesión entró en pleno funcionamiento”, diría luego sobre esta época.
VII: Sexo
Desde ese momento, el objetivo de Dahmer siempre fue el mismo: encontrar el chico más guapo que había -sin importarle su preferencia sexual y con una leve inclinación hacia los musculosos y atléticos-, tenerlo consigo el tiempo que quisiera y poder hacerle cualquier cosa.
Asesinar, según él, era un medio para lo que venía después. “Se necesitaron comportamientos cada vez más desviados para satisfacer mis impulsos”, explicaría Dahmer una vez encerrado.
“El Carnicero” eligió a sus víctimas porque llevaban un estilo de vida lujurioso como el suyo y porque creía que eran personas que nadie iba a reclamar. De hecho, pudo asesinar en diecisiete ocasiones sin que en su pueblo hubiera rumores de desapariciones.
Asesinó a la primera persona en 1978. Foto: AP
El modus operandi de Dahmer era el siguiente: invitaba a los hombres a su casa, veían juntos pornografía, les sacaba fotos, los drogaba, los estrangulaba y después tenía sexo con el cadáver y se masturbaba sobre él. A veces se bebía la sangre.
Una vez consumado el ritual descuartizaba a las víctimas, disolvía los cuerpos en ácido, tiraba los restos a la basura o al inodoro y se guardaba alguna que otra parte.
VIII: El caníbal
Jeffrey encontró placer sexual y llegó a la sensación de control absoluto devorándose los cerebros de algunas de sus víctimas. Lo hizo en el último tiempo que mató.
Sentía que cada vez que se comía un cerebro o bebía la sangre de alguien esa persona se convertía en una parte permanente de él. A los cráneos que guardaba como trofeos no solo los blanqueaba sino que también los barnizaba así no parecían los de los anuncios.
Hannibal Lecter era Heidi al lado de Jeffrey Dahmer. A una de sus víctimas la desmembró, separó su corazón y los bíceps, los cortó en pedazos pequeños, los lavó y los guardó en bolsas herméticas. Luego los puso en el congelador y los dejó ahí.
Varios de sus «souvenires» fueron descubiertos por la policía y uno de ellos casi casi por su padre Lionel. Dahmer recuerda que uno de los momentos más intensos que vivió en su vida fue cuando su papá descubrió que en su casa tenía una misteriosa caja.
Lionel bajó al sótano con la caja dispuesto a abrirla, pero tras una discusión Jeffrey evitó que lo hiciera.
Finalmente después se supo que en la caja había una cabeza y unos testículos congelados. “Pensé que se derrumbaría”, confesaría Dahmer sobre ese episodio.
Otro momento en el que su familia casi lo descubre es cuando tiró restos acidificados de cuerpo humano en el cesto de su hogar.
IX: Los zombies
El título de este episodio es engañoso. La serie de Murphy no virará hacia el género fantástico ni nada por el estilo. Aunque podría.
Con el objetivo de dejar vivas a sus víctimas y que aún así hagan lo que él les pidiese, a Dahmer se le ocurrió crear zombies humanos.
A dos les perforó la cabeza con un taladro -hasta el hueso- y les colocó agua hirviendo o ácido en el agujero que les quedaba. Ninguno sobrevivió más de un día.
Un día hizo este experimento con un chico y al rato se fue a beber a un bar cercano a su casa. Cuando volvió se encontró con el joven sentado en el cordón de la vereda totalmente desorientado.
Como alguien había llamado a la policía tuvo que pensar una excusa para explicarles a los oficiales qué hacía esa persona ahí en su casa.
Cuando llegaron los agentes, Jeffrey les dijo que estaba borracho y los otros creyeron que era cierto porque cuando le hablaron al niño no le entendían lo que decía. No solo lo dejaron ir sino que lo ayudaron a Dahmer a subirlo a su habitación.
X: El desenlace
La historia empieza a terminar con los acontecimientos narrados en el episodio I y concluye de un modo radical. Por desgracia, no se trató de un sueño.
Jeffrey no duró ni cuatro años en prisión. Mientras estuvo encerrado concedió entrevistas a los medios y recompuso la relación con Lionel, quien escribió un libro contando su experiencia con lo que le hizo su hijo.
Scarver, asesino de Jeffrey Dahmer. Foto: AP
Se abocó al catolicismo y trabajó pacífica y solitariamente durante su encierro hasta que Christopher Scarver, un compañero esquizofrénico, le dio con una barra de pesas en la cabeza y lo mató.
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