Entre dos Premio Nobel se dirime la primacía del país trasandino. Hoy, los más jóvenes se inclinan por Gabriela Mistral, ícono feminista y heroína LGBTQ.
En octubre de 2019, más de un millón de chilenos salieron a las calles en lo que se convirtió en la mayor protesta del país. Pocas cosas los unían: unos exigían mejor educación, otros más derechos para los indígenas. No tenían líderes ni símbolos. Pero conforme se calmaban los ánimos, una imagen se fue convirtiendo poco a poco en un emblema destacado. Un mural en el centro de Santiago mostraba a una mujer mayor vestida con botas de combate negras, vaqueros desteñidos y una remera con letras de una banda de punk rock. Tenía el cuello envuelto en un pañuelo verde, la firma de las activistas latinoamericanas por el derecho al aborto. En la mano izquierda sostenía una bandera nacional tachada; en la derecha, un libro abierto.
La mujer era Gabriela Mistral, poeta, educadora y diplomática chilena, primera latinoamericana en ganar el Premio Nobel de Literatura, en 1945. Mistral, a la que durante mucho tiempo se representó con ropa anticuada y conocida por escribir poemas sobre niños, está siendo reivindicada por una nueva generación de activistas feministas y LGBTQ como figura antisistema, y ha dado lugar a un debate sobre cómo nos apropiamos de las figuras literarias del pasado.
“Mi instinto me dijo que Gabriela era una buena figura para acompañar toda esta causa”, dijo Fab Ciraolo, el artista que pintó el mural. “Para las mujeres, los derechos de los homosexuales, los derechos de los pobres: ella toca todos esos temas”.
En los últimos años ha aumentado el interés por Mistral, que murió en Long Island en 1957. En 2020, el Ministerio de Cultura chileno publicó una antología digital de ocho volúmenes de su poesía y sus cartas y ensayos, una de las recopilaciones más importantes hasta la fecha. En 2021, se publicó con gran éxito una selección de cartas de Mistral a Doris Dana, su eterna compañera y albacea.
Esta primavera, dos décadas después de su controvertida publicación en inglés, una editorial chilena publicará A Queer Mother for the Nation: The State and Gabriela Mistral, de Licia Fiol-Matta, profesora de literatura latinoamericana de la Universidad de Nueva York. El presidente de Chile, Gabriel Boric, de 36 años, ha mencionado a Mistral como una de sus poetas favoritas y la cita con frecuencia. Y aunque Mistral está por todas partes en Chile –su nombre adorna calles y su rostro figura en el billete de 5.000 pesos–, su legado durante mucho tiempo fue objeto de controversia.
Nacida como Lucila Godoy Alcayaga en 1889, Mistral creció en el lejano valle de Elqui, en el norte de Chile. Su padre abandonó a la familia cuando ella era bebé y la criaron su madre, costurera, su hermana mayor, maestra de escuela, y su abuela. Aunque vivían en una casucha de dos habitaciones y Mistral no terminó la escuela primaria, tenía una gran ventaja, según Elizabeth Horan, profesora de literatura de la Universidad del Estado de Arizona: todas las mujeres de la familia de Mistral estaban alfabetizadas, en una época en la que menos de un tercio de la población sabía leer y escribir. La biografía de Mistral en español, en la que Horan trabajó durante 25 años, será publicada por Random House a fines de este año.
Mistral fue ayudante de maestra rural y enviaba poemas y ensayos a diarios locales en su tiempo libre. En un artículo publicado cuando tenía 17 años, le rogaba audazmente al Estado que educara a las mujeres, argumentando que “no hay nada en ella que deba llevarla a un rango inferior al de los hombres”.
Aunque trabajó como maestra por todo Chile, los orígenes humildes de Mistral y su falta de título formal impidieron su progreso profesional. En 1922, aceptó una invitación del gobierno mexicano para reformar el sistema de educación pública y nunca regresó a Chile. El resto de su vida trabajó como cónsul y profesora invitada en España, Portugal, Francia, Brasil, Italia y Estados Unidos, donde dictó clases en la Universidad de Columbia.
A pesar de la fama que adquirió en el extranjero, su obra fue ignorada en su país. De los cuatro libros de poesía que publicó en vida, tres se editaron fuera de Chile. Sus poemas sobre la infancia se incluyen en los programas escolares, pero sus ensayos políticos, que a menudo adoptaban posturas internacionalistas y pacifistas y defendían a los desfavorecidos, los indígenas y las mujeres, fueron dejados de lado durante largo tiempo.
Cuando los militares tomaron el poder en 1973, el poeta más famoso de Chile era Pablo Neruda, Premio Nobel y comunista ateo. Mistral, en cambio, parecía una figura cultural apetecible. El régimen “manipuló su obra hasta el punto de que sus poemas pasaron a considerarse ingenuos y simpáticos, cuando en realidad son poderosas críticas sociales”, dijo Alejandra Araya, directora de un archivo que alberga parte de la obra de Mistral.
Las autoridades llegaron a poner el rostro de Mistral en la moneda y promovieron su imagen de maestra de la nación. La mayoría de los chilenos la conocían como la “vieja gris, fea y aburrida” que los miraba con el ceño fruncido desde un billete, dijo María Elena Wood, cineasta que filmó un documental sobre Mistral en 2011. Tras el fin de la dictadura en 1990, algunos estudiosos empezaron a cuestionar su imagen de solterona santa. Pero lo que decían sobre su vida personal encontró resistencia.
“Mistral era un ícono muy protegido”, explicó Fiol-Matta, cuyo libro fue rechazado por las editoriales locales en parte porque decía que la poetisa era una lesbiana que no había salido del armario. “Me dijeron que estaba trayendo algo ajeno a Chile, que quería ver lesbianismo en todas partes”. En 2007, las grietas empezaron a ensancharse. Ese año se hicieron públicas numerosas cartas entre Mistral y Dana. En ellas, Mistral oscila entre madre cariñosa -a menudo llamaba a Dana, 31 años menor que ella, “mi hijita”- y amante celosa, reprendiéndola por reunirse con otros hombres y mujeres.
“Vivo pegada a ti como una posesa, salvo en los momentos en que leo o escribo”, escribió Mistral en 1950. En otro intercambio escrito, Dana le dice a Mistral: “¿Crees que en mi forma de mirarte y en mi forma de tocarte hay cosas que no puedo decir o mostrar? Te amo con la plenitud de mi ser”.
Mistral negó categóricamente ser lesbiana. Sin embargo, algunos estudiosos afirman que las cartas y el inusual estilo de vida de Mistral indican que al menos era queer. Vivió largas temporadas con secretarias que hacían las veces de confidentes. Y adoptó y crió a su sobrino con otra mujer, Palma Guillén, una diplomática mexicana.
Ahora, décadas después de que la dictadura se apropiara por primera vez de la imagen de Mistral, los activistas chilenos la homenajean como feminista y heroína LGBTQ, aunque Mistral nunca se identificó con ninguna de las dos cosas.
“Aquí hay un debate: ¿Podemos decir que Gabriela Mistral era lesbiana si ella nunca lo dijo? Yo prefiero decir que disentía con la heteronormatividad”, dijo June García, autora que dirige un club de lectura feminista. García añadió que, aunque Mistral no se autodenominara feminista, era “alguien que tomaba en serio los valores de la igualdad y la justicia, y esos son los valores que, en última instancia, nos mueven hoy día”.
Chile vivió un momento #MeToo en 2018, cuando miles de mujeres de las universidades denunciaron el acoso sexual y comenzaron a reevaluar sus planes de estudio. Una de las beneficiadas del movimiento fue Mistral… y una de sus víctimas, Neruda, cada vez más cancelado. Las feministas sostienen que Neruda abandonó a su mujer y a su hija, que era discapacitada, y hacen referencia a un pasaje de sus memorias, publicadas en 1974, en el que describe la violación de una criada cuando era diplomático en lo que hoy es Sri Lanka.
“Decidí llegar hasta el final. La agarré con fuerza por la muñeca”, escribió. “El encuentro fue de un hombre con una estatua”. El pasaje últimamente ha causado indignación, y en 2018 el Congreso retiró una propuesta para rebautizar el aeropuerto de Santiago con el nombre de Neruda.
Las protestas feministas han ido de la mano de un creciente movimiento LGBTQ en Chile. Una encuesta del gobierno publicada en noviembre reveló que el porcentaje de chilenos de entre 15 y 29 años que se identifican como lesbianas, gays, transexuales o no binarios se ha cuadruplicado en la última década hasta alcanzar el 12%.
“Estamos buscando en nuestra genealogía lesbianas y figuras queer, mirando hacia atrás para encontrarnos a nosotras mismas y ver que hemos estado aquí todo el tiempo”, dijo Claudia Cabello Hutt, una chilena que se identifica como queer y es profesora asociada de español en la Universidad de Carolina del Norte, Greensboro.
“Un momento de poderosos movimientos feministas, un momento en el que denunciamos la violencia contra las mujeres”, dijo Cabello Hutt, “no es el momento de Neruda. Es el momento de Mistral”.
© The New York Times
Traducción: Elisa Carnelli
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