Bergoglio dio una entrevista a la Radio y TV Suiza Italiana, en vísperas del aniversario de este lunes. Habló de todo: de su vida anterior, su salud, su renuncia y hasta del «más allá».
En una entrevista a Pablo Rodari de la televisión de la Suiza italiana, que la lanzará el domingo a la noche, víspera del décimo aniversario de su elección como pontífice y que fue este viernes difundida a la prensa, el papa Francisco afronta los temas de actualidad. Dice que renunciará solo si sufre “un cansancio que no te deja ver claramente las cosas”.
También reitera que ya se combate una Tercera Guerra Mundial y recuerda a la filósofa argentina Amelia Podetti que influyó en su pensamiento de que “la realidad se ve mejor desde las periferias que del centro” porque “a la distancia se comprende la universalidad”.
A continuación el diálogo del papa argentino con Rodari.
-Santidad, el Papa Benedicto XVI abrió el camino de las dimisiones. Usted ha dicho que es una posibilidad pero que por el momento no la contempla. ¿En el futuro que cosa podría llevarlo a renunciar?
-Un cansancio que no te deja ver claramente las cosas. La falta de claridad, de saber evaluar la situación. También el problema físico se puede dar. Sobre esto demando siempre y sigo los consejos. ¿Cómo van las cosas? ¿Qué te parece que debo hacer? Pregunto a las personas que me conocen y también a algunos cardenales inteligentes. Y me dicen la verdad. Seguí que vas bien. Pero por favor, les pido: ¡griten a tiempo!
Una paloma pasa volando junto al Papa durante una audiencia general de los miércoles. Foto: Andreas Solaro / AFP
-En el mundo hay diversas guerras. ¿Por qué es difícil comprender el drama?
-En poco más de cien años hubo tres guerras mundiales: 14-19, 39-45 y esta, que es una guerra mundial. Comenzó a pedazos y ahora nadie puede decir que no es mundial. Las grandes potencias están todas metidas. El campo de batalla es Ucrania. Ahi luchan todos. Esto hace pensar a la industria de las armas. Un técnico me decía: si por un año no se produjeran las armas estaría resuelto el problema del hambre en el mundo. Es un mercado. Se hace la guerra, se venden las armas viejas, se prueban las nuevas.
-Antes del conflicto en Ucrania ha encontrado varias veces a Putin. Si lo encontrara hoy, ¿qué le diría?
-Le hablaría claramente, como hablo en público. Es un hombre culto. El segundo día de la guerra fuí a la embajada de Rusia ante la Santa Sede a decir que estaba dispuesto a ir a Moscú siempre que Putin me dejara una ventana para negociar. Me respondió Lavrov (ministro Ruso de Relaciones Exteriores) diciendo gracias, pero no es el momento. Putin sabe que estoy a disposición. Pero ahí hay siempre intereses imperiales. No solo del imperio ruso sino de los imperios de otras partes. Es propio de los imperios poner en un segundo lugar a las naciones.
(A Putin) le hablaría claramente, como hablo en público. Es un hombre culto».
-¿Qué otras guerras siente más vecinas?
-El conflicto en Yemen, Siria, los pobres Rohingyas de Myanmar. ¿Por qué estos sufrimientos? Las guerras duelen. No hay espíritu de Dios. Yo no creo en las guerras santas.
-¿Cómo ha cambiado usted en los últimos diez años?
-Soy viejo. Tengo menos resistencia física. Lo de la rodilla ha sido una humillación física, aunque ahora estoy recuperándome bien.
Soy viejo. Tengo menos resistencia física. Lo de la rodilla ha sido una humillación física, aunque ahora estoy recuperándome bien».
-¿Le ha pesado moverse en una silla de ruedas?
-Me avergonzaba un poco.
Francisco llega en silla de ruedas a una audiencia en el Vaticano. Foto: Alberto Pizzoli / AFP
-Muchos lo describen como el Papa de los últimos. ¿Lo siente así?
-Es cierto que tengo una preferencia por los descartados, pero esto no quiere decir que yo descarte a los otros. Los pobres son los predilectos de Jesús. Pero Jesús no echa a los ricos.
-Jesús pide de llevar a cualquiera a su mesa ¿Qué significa?
-Significa que ninguno está excluido. Cuando no vinieron aquellos a la fiesta ha dicho: vayan a los cruces de las calles y llamen a todos, a los enfermos, a los buenos y malos, pequeños y grandes, ricos y pobres, todos. No debemos olvidar esto: la Iglesia no es una casa para algunos. No es selectiva. El santo pueblo de Dios es esto: todos.
La Iglesia no es una casa para algunos. No es selectiva. El santo pueblo de Dios es esto: todos».
-¿Por qué algunas personas por sus condiciones de vida se sienten excluidas de la Iglesia?
-El pecado está siempre. Hay hombres de Iglesia, mujeres de Iglesia que establecen la distancia Y esto es un poco la vanidad del mundo, sentirse más justos de los otros, pero no es justo. Todos somos pecadores. A la hora de la verdad, poné sobre la mesa tu verdad y verás que sos un pecador.
-¿Como se imagina la hora de la verdad, el más allá?
-No puedo imaginarlo. No se qué será. Solo quiero a la Virgen que me esté cercana.
-No puedo imaginarlo (el más allá). No se qué será. Solo quiero a la Virgen que me esté cercana».
– ¿Por qué ha decidido vivir en Santa Marta (el hotel interior del Vaticano)?
-Diez días después de la elección fui a tomar posesión del palacio apostólico. No es demasiado lujoso. Está bien hecho, pero es enorme. La sensación que tuve era de un embudo al revés. Psicológicamente esto no lo tolero. Por caso pase delante de la habitación donde habito. Y me dije: “Me quedo aquí”. Es un albergue, habitan cuarenta personas que trabajan en la Curia. Y viene gente de todas partes.
-¿De su vida anterior le falta algo?
-Caminar, ir por la calle. Caminaba tanto. Utilizaba el subte, el colectivo. Siempre con la gente.
-¿Qué piensa de Europa?
-En este momento en tantos políticos, jefes de gobierno o ministros jóvenes. Les digo siempre: hablen entre ustedes. Ese es de izquierda, tu eres de derecha, pero son jóvenes los dos, hablen. Es el momento del diálogo entre los jóvenes.
-¿Qué trae un Papa venido casi del fin del mundo?
-Me viene a la mente lo que escribió la filósofa argentina Amelia Podetti: la realidad se ve mejor de las periferias que del centro. Desde la distancia se comprende la universalidad. Es un principio social, filosófico y político.
-¿Cómo recuerda los meses del cuarentena, su oración solitaria en la plaza de San Pedro?
-Llovía y no había gente. Sentí que el Señor esta allí. Fue algo que ha querido el Señor para hacernos comprender la tragedia, la soledad, la oscuridad, la peste.
-Con frecuencia habla usted de los chismes, ¿por qué?
-Los chismes destruyen la convivencia, la familia. Es una enfermedad escondida. Es la peste.
-¿Cómo han sido los diez años de (su predecesor) Benedicto XVI en el Mater Ecclesiae (el convento donde vivía en los jardines vaticanos)?
-Bravo, un hombre de Dios, lo quiero tanto. La última vez que lo vi fue por la Navidad. Casi no podía hablar. Hablaba bajo, bajo, bajo. Era necesario que tradujeran sus palabras. Estaba lúcido. Hacía preguntas: ¿Cómo va esto? ¿Y aquel problema? Estaba actualizado en todo. La última vez se veía que estaba llegando al final.
-Las exequias fúnebres fueron sobrias. ¿Por qué?
-Los ceremonieros se rompieron la cabeza para hacer las exequias de un Papa no reinante. Era difícil hacer la diferencia. Ahora he dicho que estudien la ceremonia por los funerales de los Papas futuros, de todos los Papas. Estamos también estudiando como simplificar un poco las cosas que litúrgicamente no van.
-Cuándo saluda pide a todos que recen por usted. ¿Por qué?
-Estoy seguro que todos rezan. A los no creyentes digo: recen por mí y si no rezan mándenme buena onda. Un amigo ateo me escribió….»y te mando buenas ondas». Es una manera pagana de rezar, de un quererse bien. Y querer bien a otro es una oración.
Vaticano, corresponsal
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