Irene Villa es periodista, conferencista. Dice que el sentido del humor la salvó.
Suele contar que de pequeña no tenía vocación, pero que la animaron a introducirse en la comunicación porque le decían que hablaba con los ojos y la sonrisa. A Irene Villa (1978) le bastaron 12 años hacerse frutillitas en las rodillas. A partir del 17 de octubre de 1991, tuvo que reinventarse para aprender a andar de nuevo.
En la calle Camarena del barrio de Aluche en Madrid, el auto en el que iba con su madre sufrió un ataque de ETA que, en verdad, iba dirigido a su padre, quien por entonces ocupaba el cargo de dirección general de la Policía. Allí Irene perdió las dos piernas y tres dedos de una mano. Su mamá, María Jesús González, una pierna y un brazo. Ese mismo día se produjeron otros tres atentados del mismo estilo.
En ese momento, Irene estaba yendo al cole. Después del ataque, acompañó a su madre en la recuperación, y ambas el alta les costó decenas de cirugías, además de terapia infinita. Hoy se ha convertido en una militante de la resiliencia, incluso convocada oportunamente por Diego Simeone para fortalecer al Atlético de Madrid. y trabaja en escuelas y empresas para aprender a aceptar y retomar lo que toca.
El atentado. Fue el 17 de octubre de 1991, en la calle Camarena del barrio de Aluche, Madrid. Foto EFE / Archivo
Está en pareja, tiene tres hijos (11, 8 y 7 años) y es una destacada deportista paralímpica. Periodista, escritora, psicóloga y conferenciante, jamás perdió la sonrisa y consiguió salir adelante con mucho positivismo y fuerza, la misma que le ha ayudado a superar las secuelas psicológicas y físicas porque, como ella misma afirma, “la clave es transformar los problemas en lecciones de vida y aprendizaje. El amor por la psicología positiva sí me viene de niña porque siempre intenté ayudar a los demás y si una niña lloraba en el patio allá ella iba yo a sacarle una sonrisa».
-¿Podría mencionarme alguna barrera que sienta que no puede afrontar?
-La pérdida es justo aquello capaz de partirte el alma en dos y despedazarte. Es más, creo que perder a una de mis mejores amigas el año pasado por un cáncer ha sido lo más doloroso y difícil de abrazar. A veces siento que sigo haciendo el duelo. Pero hemos de soltar y dejar ir a quienes el destino hace que se tengan que ir antes de tiempo. He aprendido a agarrar la vida con fuerza y a valorar el regalo que supone el hecho de estar viva.
Villa dice que el optimismo no tiene ningún lado negativo.
-¿Qué valor cree que tiene el humor en lo cotidiano? ¿Qué obstaculiza o en qué no es útil?
-El sentido del humor, que nunca ha de faltar, me ha salvado de muchas. Es lo que ayuda a mantener la cabeza a flote cuando uno cree que el cuerpo se hunde. No hay ningún obstáculo en él, salvo que te aleje de la realidad. Lo que obstaculiza está en el polo opuesto: batalla contra la mala actitud, el miedo y el ego.
-Cuénteme el lado negativo del optimismo.
-¡Son todo ventajas! Porque nos ayuda a ver más posibilidades que limitaciones.Así las circunstancias no tienen poder sobre nosotros, sin embargo, lo que nos decimos o pensamos acerca de esas circunstancias, sí. Ser optimista no es ser ingenuo, cándido, no significa vivir ciegamente, sino confiar en uno mismo, en lo que está en nuestra mano, enfrentándonos a las dificultades, superando los miedos y abriendo nuevos caminos sin perder de vista ese motor vital tan fuerte como es la esperanza.
La madre de Irene Villa, al ser rescatada tras el atentado. Foto Bernabé Cordón / El Mundo
-Tiene una fuerte posición tomada frente a ETA, ¿puede compartirla?
-Se creían héroes liberadores y condenaron a miles de familias a vivir desmembradas. Siempre se nos pidió generosidad, pasar página… cumplimos nuestra parte, pero lo que no se podrá hacer jamás es enterrar la memoria de tantos inocentes acribillados a tiros. Por eso las famosas series sobre ETA son necesarias. Tras ver los capítulos casi ininterrumpidamente de El Desafío: ETA (un verdadero thriller con secuencias de acción que erizan el vello) con mucho dolor, indignación, impotencia y muchas lágrimas, creo que es esencial recordar todo lo que aquellos asesinos fueron capaces de hacer. “Patria”, de Fernando Aramburu, fue un éxito rotundo desde que se lanzó en 2016. La serie del mismo nombre basada en dicha novela, provoca controversia en quienes interpretan un intento de blanquear aquellos actos sanguinarios. Desde mi punto de vista es un documento fiel a una realidad que encoge el alma. Más allá de eso, también creo que en lo personal la única forma de pasar página es con el perdón, porque es el modo de liberarte de todo daño y cortar el vínculo con aquello que intentó destruirte.
-¿Por qué cree que es un problema de tan compleja solución?
-Son muchos los que opinan que ETA no dejó de matar por convicción moral, sino por estrategia. Por eso su entorno continúa sin condenar la violencia, porque reconocen su utilidad. Ojalá todos fueran capaces de calmar su ira y perdonar, que no es olvidar, sino el paso previo a poder caminar por la vida en paz y sin cargas emocionales. Después, un profundo y poderoso sentimiento de agradecimiento es el que nos gobierna, mágicamente.
-¿Qué tipo de madre es? ¿Qué le importa dejar en sus hijos?
-Somos responsables de cómo afronten nuestros niños su vida y sus dificultades así que trato de empoderarlos dándole autoestima, fomentando su resiliencia y entusiasmo pero sin allanarle el camino, prefiero enseñarles a levantarse que no dejar que se caigan. Hemos de hacerles inasequibles al desaliento y cero vulnerables a las críticas destructivas. A palabras necias, oídos sordos.
Deportista. Irene Villa es atleta paralímpica. Foto: www.irenevilla.org
-¿Cuál es su posición sobre los movimientos feministas actuales?
-Lo que siempre quisimos fue igualdad de oportunidades. Porque siempre fuimos por detrás en derechos, o se nos tachaba de “sexo débil”, algo que produce risa por estar tan lejos de la realidad. Hemos demostrado una fortaleza mental más productiva y potente que la física. Pero al margen de las diferencias que un cerebro fisiológicamente más conectado que el masculino nos ofrece, hay cosas que hacemos mejor nosotras y para ciertas tareas poseen más destreza ellos. La superioridad no recae en un sexo, sino que está bien repartida. Por fin el machismo queda desmontado, pero que no se inviertan las formas, es decir que nadie es más que nadie. Queremos una sociedad en la que no importen las condiciones ni identidades para cumplir sueños.
AS
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