La capital belga sorprende con diversos rincones y propuestas.
Es uno de esos típicos domingos donde un sol tibio parece abrirse paso entre un cielo gris. La Place du Jeu de Balle rebosa de gente. Se celebra el tradicional mercado de las pulgas, uno de los más populares de Bruselas.
Entre los puestos camina indeciso un joven reportero con tupé y gabardina, seguido de cerca de un fox terrier blanco llamado Milú. Tintín no se decide a comprar. Y, de repente, sucede. Un objeto llama poderosamente su atención. Es el comienzo de una nueva y trepidante aventura entre viñetas dibujada con maestría por Hergé.
Bruselas es como un cómic de Tintín. Siempre surge algo inesperado. Más allá de la icónica Grand Place, el irreverente Manneken Pis o el futurista Atomium, existe una cautivadora ciudad que pocos turistas conocen.
La capital de Bélgica ofrece mucho más que deliciosos chocolates, irresistibles papas fritas y una amplia carta de cervezas. Y es que hay barrios en los que la fina línea que separa la ficción de la realidad se difumina. Sin saber muy bien ni cómo ni por qué, de pronto parece que nos hemos adentrado en una viñeta de Hergé o en un cuadro surrealista de Magritte.
La Place du Jeu de Balle y su clásico mercado de pulgas
Un sol de fin de semana se abre paso entre la neblina bruselense. La luz de domingo parece animar a los paseantes que se acercan al mercadillo. Hay brújulas, relojes, lámparas antiguas, muebles de época y casi cualquier cachivache que uno pueda imaginar.
Se practica el regateo. Unos consiguen con éxito llevarse una preciada ganga. Otros desisten en el intento. El joven reportero se detiene de pronto en uno de los puestos. Hay algo que lo paraliza. Es la maqueta de un barco que, sin todavía saberlo, llevará a Tintín a un peligroso y apasionante viaje.
La escena anterior está dibujada al detalle por Hergé en El secreto del Unicornio, uno de los álbumes más famosos de la serie Las aventuras de Tintín. Aunque es una historia de ficción, bien podría tratarse de un suceso totalmente real.
Todos los días de la semana, menos los lunes, la Place du Jeu de Balle es centro del popular mercado de pulgas. Pero los domingos se puede disfrutar de todo su ambiente en plena ebullición.
El mercado se remonta a 1873, y desde entonces no ha dejado de atraer curiosos -ya sean de carne y hueso o de ficción, como Tintín- en busca de objetos de todo tipo.
La Place du Jeu de Balle y su tradicional mercado de pulgas se han convertido además en todo un ícono de Les Marolles, uno de los barrios más bohemios de Bruselas. Numerosas tiendas vintage, pintorescas cafeterías y coquetas braserías proliferan en un distrito muy singular. El lugar ideal para sentarse en una terraza a leer El secreto del Unicornio.
Sablon, entre el gótico y el surrealismo de Magritte
Un breve paseo de apenas cinco minutos separa la Place du Jeu de Balle del ascensor de Marolles. Este elevador público, de acceso gratuito, te llevará en 20 segundos a la Place Poelaert, frente al imponente palacio de Justicia. Su cúpula, visible desde casi cualquier punto de la capital belga, suele despertar la burla de los bruselenses por estar siempre con andamios. No es casualidad que nos encontremos en Sablon: el barrio más surrealista de la ciudad.
El Palacio de Justicia de Bruselas es un monumento clave del cómic El último faraón, protagonizado por los detectives Blake y Mortimer. También es un punto de partida perfecto para dar un paseo por el barrio.
Ante la sede judicial se abre paso la rue de la Régence, una larga avenida que nos lleva hasta una joya del gótico brabantino: la iglesia de Notre-Dame du Sablon. Frente a ella, el parque con las esculturas de los condes Egmont y Hoorn se presenta como un oasis de tranquilad entre el bullicio urbano.
La rue de la Régence desemboca en la Place Royale, uno de los núcleos culturales de Bruselas. ¿El motivo? En esta zona se ubican el Museo Magritte y el de Bellas Artes. Las obras del genio surrealista siguen despertando curiosidad y admiración a partes iguales.
No es de extrañar por tanto que en el barrio de Sablon encontremos numerosas vidrieras que muestran a hombres con bombín y manzanas en la cabeza y, por supuesto, la clásica frase Ceci n’est pas une pipe.
Place du Luxembourg y cervezas
La Place du Luxembourg, conocida popularmente como Plux, es una famosa explanada situada junto a las instituciones de la Unión Europea.
Los jueves por la tarde, los bares de esta plaza se llenan de becarios del Parlamento, de la Comisión y de otros organismos comunitarios. Lo más sorprendente de todo es que, en estos locales, es muy frecuente encontrarse con eurodiputados que, tras las largas sesiones plenarias, deciden tomarse una buena cerveza belga.
La atracción de los políticos por la gastronomía del barrio Europeo de Bruselas no es casual. Y un buen ejemplo de ello es la Place Jourdan.
En esta plaza, situada a solo unos metros de las sedes comunitarias, se encuentra la Maison Antoine: una de las friteries más conocidas de la capital belga. Tal es su fama que, incluso, la antigua canciller alemana Angela Merkel llegó a hacer cola en este puesto para hacerse con uno de sus preciados cucuruchos de papas fritas.
Parque del Cincuentenario, un paseo entre periodistas
Justo en la parte posterior del barrio Europeo de Bruselas se halla el parque del Cincuentenario. Este hermoso jardín público de 1880, construido para celebrar el 50º aniversario de la independencia de Bélgica, suele ser muy codiciado por los reporteros que cubren la información de la capital comunitaria.
Su cercanía con la Comisión Europea y con el gran arco conmemorativo hacen de este parque un lugar idóneo para una conexión en directo.
Más allá de los periodistas que podamos encontrar en el Cincuentenario, hay muchos motivos por los que merece la pena visitar este parque bruselense.
Uno de ellos es su gran foco cultural. Hasta tres museos se concentran en este lugar: el de Arte e Historia, el del Ejército y la Historia Militar y el Autoworld, que alberga una gran colección de coches de época.
El parque del Cincuentenario sirve también como un refugio de verdor a los eurodiputados y altos cargos de la UE. No son pocos los que deciden darse un paseo por esta tranquila zona ajardinada antes de tomar una decisión difícil o en los momentos previos a un encuentro de alto nivel.
Tampoco es casualidad que una de las entradas del parque esté presidida por el busto de Robert Schuman: uno de los padres de la Unión Europea.
Schaarbeek y la pasión por los trenes
Un agradable paseo en metro o a pie desde el parque del Cincuentenario nos permite acceder cómodamente a la estación de Botanique, donde podéis tomar el tranvía 92.
Este popular medio de transporte te llevará hasta Schaarbeek: todo un paraíso para los amantes de los trenes.
La estación de Schaarbeek, ya bonita de por sí, resguarda un museo llamado Train World cuyas maquetas, locomotoras y objetos industriales harán las delicias de todos los amantes del mundo ferroviario.
Arte asiático en Laeken
Nuestra ruta por la Bruselas más desconocida concluye en el barrio de Laeken, al norte de la ciudad. Allí, muy cerca del conocido Atomium, se encuentra un rincón asiático que pocos turistas conocen. Se trata del Museo del Extremo Oriente y de una torre de inspiración nipona.
A principios del siglo XX, mucho antes de la construcción del Atomium -que fue inaugurado por la Exposición Universal de 1958- el emperador Leopoldo II decidió erigir una torre japonesa y un museo dedicado al arte oriental.
Este último edificio, conocido como pabellón chino, es toda una obra maestra de la arquitectura asiática que resalta entre el verdor del bosque de Laeken. Tanto la torre como el pabellón no son visitables, pero sí se puede apreciar desde afuera su detallada ornamentación exterior.
Edificios chinos, singulares mercados, joyas de la arquitectura ferroviaria… Al igual que sucede en los cómics de Tintín o en los cuadros surrealistas de Magritte, la Bruselas más desconocida surge de lo imprevisible para recordarnos que, más allá del cliché, otro mundo es posible.
Javier Alameda / La Vanguardia
Responder