El aberrante crimen de Polly Klaas y cómo cambió las leyes penales en California.
El 1 de octubre de 1993 Polly Hannah Klaas organizó una pijamada con otras dos amigas en su casa, en Petaluma, una tranquila ciudad de California.
Las tres tenían doce años. El plan era el típico para un grupo de preadolescentes: una trasnochada con juegos de Nintendo, disfraces y maquillaje en su cuarto.
Cerca de las 22, Eve Nichol, la mamá, les pidió que bajaran la voz, las saludó y se retiró a su dormitorio. Al rato, se durmió tranquilamente junto a su hija menor.
Una hora y media más tarde Polly abrió la puerta de su cuarto para ir a buscar bolsas de dormir. En ese instante, en el pasillo encontró a un hombre con barba y los brazos tatuados, empuñando un cuchillo.
Quiso gritar, pero el hombre se abalanzó sobre ella, entró a la habitación y cerró la puerta.
Las amenazó y les ordenó tirarse al piso boca abajo y en total silencio. Las ató con tiras de ropa y con el cable que cortó del Nintendo de Polly, y las amordazó. Después tomó las fundas de las almohadas y se las puso a Gilliam y a Kate, las invitadas, en la cabeza para que no pudieran verlo.
Entraron en pánico, pero el hombre les aseguró que solo quería robar y que saldría de la habitación con Polly para buscar plata. Les exigió que contaran hasta 1.000. Al irse, se llevó a Polly.
Cuando oyeron el ruido de la puerta de salida, comenzaron a liberarse de las ataduras. Algo que les llevó algunos minutos y recién ahí pudieron despertar a la mamá.
Eve, en principio, creyó que era una broma de chicas de esa edad. Hasta que en un segundo cayó en la realidad.
Comenzaron a buscar a Polly por toda la casa. Al no encontrarla, Eve llamó a la policía. No sabía bien cómo explicar el confuso hecho, porque todavía ella no terminaba de comprenderlo.
La telefonista de emergencias, que ya había enviado un patrullero, le pidió hablar con una de las menores. Kate, entonces, tomó el teléfono y dio la versión directa de lo ocurrido. “El se llevó a Polly de la casa”, fue el remate contundente. Al instante, se quebró y comenzó a llorar.
Los indicios
Cuando la madre de Kate llegó al lugar, recordó algo sugestivo. Al dejar a su hija esa noche, vio a un hombre con las características físicas que las chicas relataron en la misma cuadra de la casa.
Otros tres vecinos coincidieron que ese día hubo una persona con esa descripción circulando por cuadras próximas y en un parque cercano.
Sin dudas, ese fue el hombre que se llevó a Polly Klaas de su propia casa.
El otro lado de la historia
Esa misma noche, en el área rural a unos 30 kilómetros al norte de Petaluma-, Danna Jaffe llegó a su casa de trabajar pasadas las 23. La esperaba la babysitter, Shannon Lynch, que cuidaba a su hija, coincidentemente de 12 años.
Media hora después Shannon subió a su auto para irse. Mientras salía por el camino de entrada hasta la ruta vio, en medio de la oscuridad, un vehículo caído en una zanja
Un hombre barbudo estaba apoyado sobre el baúl. Shannon paró y el hombre se acercó. El aliento a alcohol, el olor a suciedad y su estado de dejadez la asustaron.
Le preguntó qué necesitaba y él le dijo que se había encajado y que precisaba una soga. Shannon aprovechó para remarcarle que ese era un camino privado.
El hombre se apoyó en la ventana y le dijo desafiante: “¿¡Qué te pasa con este camino?!”.
Shannon decidió irse sin refutarlo. Manejó hasta el teléfono más cercano. Desde allí llamó a Danna. Le contó lo ocurrido y le aconsejó llamar a la policía.
Danna, que estaba únicamente con su hija, optó vestirse rápidamente e ir a un sitio seguro. Pasó por el lugar, vio el coche y cuando llegó a una estación de servicio, llamó al 911 desde un teléfono público.
Dos oficiales de policía llegaron adónde estaba Danna. Ellos no sabían todavía del secuestro de Polly Klaas, ocurrido un rato antes.
No hubo un cruce de datos y esto resultó un gran error. Los oficiales fueron con Danna hasta el auto empantanado. Se acercaron al hombre y le pidieron sus datos.
Supieron que su nombre era Richard Allen Davis. Pero ni él ni su auto tenían aparentemente un pedido de captura.
Ellos no tenían acceso a las bases de datos de casos recientes donde podrían haber leído la cantidad de denuncias hacia él por secuestros.
De todas formas, sospecharon de la situación y le insistieron a la dueña de casa de hacer una denuncia por invasión a la propiedad privada. Pero ella no quiso hacerlo. Ya que no había pasado nada grave.
Además, al registrar el vehículo, solo encontraron cerveza. Con lo cual, llamaron a una grúa para sacar el coche, lo escoltaron hasta la ruta y le perdieron el rastro.
El hallazgo más doloroso
El 27 de noviembre Danna estaba controlando un trabajo de deforestación en su terreno cuando se topó con una prueba contundente.
En el mismo lugar donde había estado encajado el extraño hombre, halló prendas infantiles.
El caso de Polly ya era conocido y no había detenidos. Llamó a la policía. El investigador Mike McManus llegó al lugar y encontró más elementos.
Todo fue llevado al laboratorio de criminalística del FBI para comparar con otras prendas tomadas de la casa de Polly. Se comprobó que las pruebas coincidían.
El peor registro
Ahí se supo que los equipos policiales usaban distintos canales y que, por eso, no se habían enterado del secuestro ocurrido dos horas antes.
Si no, el final hubiera sido otro. Ya que, de acuerdo a las declaraciones posteriores del asesino, en ese momento Polly todavía estaba viva. El, según su relato, en el momento del accidente le había ordenado esconderse entre los arbustos y matorrales.
Cuando la policía se fue, Davis volvió al lugar, la subió de nuevo a su auto. Luego, en otro lugar descampado, la asesinó brutalmente.
Para la búsqueda del cuerpo, hubo 500 personas abocadas. Pero no consiguieron nada.
Cuando detuvieron a Davis, el 4 de diciembre, él confesó el crimen y precisó el lugar el lugar donde se encontraba el cuerpo.
También se supo que Davis debía haber estado cumpliendo una condena tras las rejas por un grave delito anterior y había sido beneficiado con una reducción de la pena.
La fundación Polly Klaas
En medio de la ira y el dolor desgarrador, su padre, Marc Klaas, decidió concentrarse en algo positivo.
Así fue que un año después del crimen creó Klaas Kids Foundation. “Lo hice para darle un sentido a la muerte de mi pequeña hija y crear un legado en su nombre para proteger a las generaciones por venir”, escribió en su sitio web.
Además, Marc logró introducir una modificación en la ley, para que los sentenciados reincidentes por crímenes aberrantes tengan penas desde 25 años a cadena perpetua.
También que mejorara el sistema de radio de conexión de la policía. Algo que hubiera evitado el crimen de Polly.
A 28 años del crimen
Richard Allen Davis fue sentenciado a cadena perpetua en 1996. Cumple su condena en la prisión de San Quentin. Está en confinamiento solitario, por las amenazas de otros prisioneros.
Eve solo encontró fuerzas en su relación con Annie, su hija menor. Trabajó un tiempo en la fundación que dirige Marc Klaas y luego comenzó a dedicarse al diseño de joyas. Annie creció con el recuerdo cercano de su hermana.
Marc sigue abocado a la fundación, junto a otros miembros de su familia.
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