Alicia Vikander interpreta a la sexta mujer del cruel Enrique VIII, la primera reina en publicar un libro con su propio nombre y en desafiar las creencias religiosas del reino.
«Divorciada, decapitada, muerta, divorciada, decapitada, superviviente». Así se suele resumir el triste destino de las seis esposas de Enrique VIII, amplificado por la leyenda que siempre envolvió a los Tudor y acentuado por la rima en inglés: «Divorced, beheaded, died, divorced, beheaded, survived«… Catherine Parr (1512-1548) tuvo la suerte de ser la última, con el rey ya obeso y enfermo con su pierna ulcerosa desde un accidente en una justa. La historia llegó a pintarla poco menos que como la enfermera de Enrique VIII, resignada a casarse con él a sabiendas de que le quedaba poco tiempo de vida, y pese a estar enamorada del almirante Thomas Seymour (hermano de la tercera esposa del rey, Jane Seymour).
Tal vez por su propia condición de superviviente, Catherine Parr ha pasado a la historia en segundo plano junto a su predecesora Ana de Cléveris, frente a las aparatosas muertes de Ana Bolena y de Catherine Howard (ambas decapitadas por traición y adulterio) o la maldición que acompañó en vida a Catalina de Aragón, repudiada por el rey y amada por el pueblo.
Una película, Firebrand, inspirada en la novela La jugada de la reina, de Elizabeth Fremantle, reivindica ahora su papel primordial ante el declive físico y mental de Enrique VIII en sus últimos años.Alicia Vikander (34) da vida a Catherine Parr con un giro feminista y Jude Law interpreta al decrépito rey pestilente con su herida abierta.
«Probablemente es la esposa menos conocida de las seis», reconoció Vikander a su paso por el festival de Cannes. «Lo primero que me sorprendió al consultar su biografía en Wikipedia es que fue la primera reina que publicó un libro con su nombre en la historia de Inglaterra… Debió ser una gran proeza poder expresar así su visión sobre la religión al estar casada con el hombre más peligroso y aterrador de la época, con ideas bien diferentes».
Catherine Parr fue autora no ya de uno, sino de tres libros. El primero, publicado anónimamente, se titulaba Salmos o Plegarias y era más bien una traducción del latín de la obra del obispo John Fisher. El segundo, Plegarias o Meditaciones, lo publicó en 1545 ya con su nombre, dos años después de su boda con Enrique VIII.Lamentaciones de un pecador fue su última obra, ya tras la muerte del rey.
Sus escritos, alineados con la reforma y con el humanismo (ordenó traducir al inglés Paráfrasis, de Erasmo de Roterdam) despertaron las suspicacias del obispo Stephen Gardiner, que llegó a imaginar para ella un final como «hereje» comparable al de las dos esposas decapitadas.
HEREJE
La orden de arresto de Catherine llegó a ser emitida, poco después de la promulgación de la Ley para el Avance de la Verdadera Religión. Pero la reina maniobró a tiempo y aprovechó su influencia directa sobre el rey y jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra para eludir la cita prematura con la muerte. Pidió la «reconciliación» con su marido alegando que todas la discusiones religiosas que habían tenido obedecían al intento de desviar su atención mental del sufrimiento causado por su pierna ulcerosa. «Entonces, Kate, somos de nuevo amigos», parece que llegó a decir el rey.
Alicia Vikander y su marido, Michael Fassbender, en Cannes. GTRES
«La historia nos dice solo unas pocas cosas, casi siempre sobre los hombres y sobre las guerras»… Firebrand arranca con esta declaración de principios, firmada por el director brasileño Karim Aïnouz, que nos invita a pasar al otro lado de la historia y a reconstruir lo ocurrido con los ojos de Catherine Parr/Alicia Vikander, con algunas licencias dramáticas a las que tanto contribuye Jude Law con su versión decadente, visceral y purulenta de Enrique VIII.
La película arranca en 1544, en los tres meses en que Catherine es nombrada regente por la ausencia del rey, en su fallida campaña militar en Francia. La reina toma el mando con firmeza, se rodea de asesores leales y en poco tiempo firma cinco proclamaciones reales, supervisa la guerra, maneja las finanzas y hace frente a la situación inestable de Escocia.
Catherine Parr, en un retrato de la época. EM
Es al regreso de Enrique VIII cuando empiezan los problemas por los supuestos lazos de la reina con la predicadora protestante Anna Askew (acabará quemada en la hoguera). Con 35 años y sin hijos, Catherine logra salir airosa de todas las conspiraciones, se gana la confianza del rey y establece además un fuerte vínculo con sus tres hijastros, que con el tiempo serán Eduardo VI, María Tudor e Isabel I.
Muerto el rey, Catherine puede por fin casarse por cuarta vez (tuvo otros dos matrimonios, con Edward Burgh y con John Neville) con el gran amor de su vida, Thomas Seymour. Se queda finalmente embarazada, tiene a su hija María y muere a los seis días del parto, a los 36 años, por una infección puerperal. Su último marido es enviado meses después a la Torre de Londres, acusado con 33 cargos de traición y decapitado sin piedad.
