Con 37 playas, la isla tiene un lado francés en el norte y uno holandés en el sur. Paseos, deportes náuticos, compras y alta gastronomía.
Una pareja toma tragos y descansa bajo la sombrilla, mientras un grupo de amigos reparte sus energías y euforia entre el jet ski, el surf y el parasailing (un paracaídas tirado por una lancha). Todos coinciden en Orient Bay, la famosa playa de Saint Martin conocida como “la Saint-Tropez del Caribe” por sus hoteles con estilo, clubes náuticos y restaurantes refinados en la arena con vista al mar.
Bañada por el océano Atlántico en esa parte y acariciada por los vientos alisios, esta playa de 2 km es una de las más extensas en dirección al noreste y del lado francés de la isla, ideal para dar unos largos paseos por la orilla hasta el extremo donde se encuentra la playa nudista.
Por la tranquilidad, el aire elegante y el acento puesto en las experiencias y la gastronomía no caben dudas de que esta zona está en los dos tercios franceses, ya que el territorio holandés (llamado Sint Maarten) se caracteriza por ser más bullicioso y contar con casinos, discotecas y el puerto al que llegan los cruceros internacionales en el sur, en pleno mar Caribe.
Pero las fronteras serán culturales y no materiales entre ambas zonas geográficas, ya que la mayoría de los turistas alquilan autos y transitan libremente por esta particular isla de 90 km2 ubicada en el centro del arco antillano, entre el Trópico de Cáncer y el Ecuador, en el hemisferio Norte.
Con 37 playas que atraen a turistas de todo el mundo, Saint Martin-Sint Maarten tiene una ubicación estratégica, en el medio del Caribe.
¿Qué otras islas están cerca? A 45 minutos de avión, Guadalupe está a 240 km al sureste y Puerto Rico a 370 km al oeste, aunque las más cercanas son la británica Anguilla y la pequeña isla francesa Saint Barth, la favorita de las celebridades de Hollywood. Ambas a unos 20 km, las dos ofrecen la opción de realizar una escapada en menos de una hora de barco o un vuelo de 15 minutos. Desde Santo Domingo el vuelo dura 1h 45m.
Orígenes y el obelisco de la frontera
La isla está habitada desde hace más de 5 mil años, cuando los arahuacos -oriundos de la cuenca del Orinoco, actual Venezuela- llegaron en piraguas y fueron los primeros habitantes del lugar.
Los nuevos pobladores descubrieron lagunas y estanques ricos en sal, y se convirtió en uno de los principales recursos hasta principios del siglo XX. Pero bastante tiempo atrás, los arahuacos comenzaron a sufrir invasiones de los indios caribes, mientras que otras tribus iban desembarcando sucesivamente.
El 11 de noviembre de 1493 -el Día de San Martín de Tours- descubrió esta isla Cristóbal Colón: sin poner un pie en ella, la bautizó y tomó posesión para la Corona española, aunque centro de continuas conquistas .
En 1627, un barco holandés halló una laguna con salina y decidió que algunas familias se instalaran en la isla, pero en 1638, España envió una flota para expulsar a los colonos y dejó un destacamento de hombres para prevenir la invasión de cualquier nación europea. Allí se quedaron durante diez años hasta que, diezmados por los virus y el hambre, abandonaron la isla.
Fue entonces que algunas familias francesas y holandesas se establecieron en las montañas para cultivar yuca y tabaco, pidiéndoles a sus respectivos gobiernos que tomaran posesión de la isla.
Los holandeses llegaron desde la cercana isla de San Eustaquio y trataron de impedir el desembarco de los franceses. Pero finalmente, ambas naciones firmaron un tratado de cooperación hacia 1648 en el Mont des Accords, según el cual se repartían la isla en dos partes. Esta división es la que subsiste hasta la fecha.
Al realizar un tour en combi recorriendo los principales atractivos insulares, el guía cuenta que los límites de la frontera se decidieron con una carrera entre dos personas (uno de cada país): ambos partieron de dos extremos de la isla. El encuentro determinó la línea de separación: oficialmente, el francés fue más rápido que el holandés, por lo que Saint Martin es más grande que Sint-Maarten.
El tratado de 1648 fue clave en la historia del lugar y, desde ese momento, permitió la libre circulación de bienes y personas entre las dos partes.
El paso de la simbólica frontera está indicado por las banderas nacionales y por un obelisco levantado en 1948 -cuando se conmemoraron los 300 años de convivencia pacífica-, además de los carteles de bienvenida: así se indica que uno acaba de cruzar, sin necesidad de puestos fronterizos pidiendo identificación.
Allí se detiene la combi porque es uno de los puntos emblemáticos. Todos los visitantes bajan y se sacan fotos con los brazos abiertos y un pie de en Francia y otro en suelo holandés. Todo está simplificado: en los comercios de ambos lados se puede pagar en euros o en dólares y los habitantes conversan en inglés, francés e incluso español, ya que hay mucha mezcla de culturas.
La excursión entonces propone que todos disfruten de las panorámicas que se observan desde lo alto del Fort Louis, luego subir 91 escalones de piedra. El origen se remonta al comienzo del siglo XVII, cuando los colonos franceses y holandeses organizaron la defensa del territorio mediante la instalación de baterías de cañones y fortificaciones.
Sin embargo, las armas de corto alcance y los atrincheramientos no fueron suficientes para protegerlos de los bucaneros de Anguilla. Sobre una colina rocosa, Fort Louis fue construido en 1789, con vistas a Marigot, la capital de la parte francesa de la isla.
Hoy se visitan las ruinas del fuerte para sacar bellas fotos, tratando de imaginar los tiempos en los que se defendían los almacenes del puerto de Marigot con las cosechas de sal, café, caña de azúcar y ron.
El tour termina con un paseo por el centro de Marigot, con el Ayuntamiento, las tiendas sofisticadas, las casas de arquitectura colonial y fachadas del siglo XIX, el mercado con productos autóctonos y souvenirs, y los restaurantes típicos a los que se conoce como “lolos”.
Cercanos al polo de alta gastronomía francesa, estos locales pintorescos ofrecen camarones, langostas, caracoles, pescados -como el Mahi-Mahi-, costillas de cerdo y arroz con frijoles y plátanos fritos, entre muchos platos caribeños.
Un santuario natural
La parte norte y francesa de Saint Martin se destaca también por una Reserva Natural que protege unos 11 km de costa y más de 3.000 hectáreas de gran biodiversidad.
De esa forma, los principales ecosistemas de la isla (arrecifes de coral, manglares, praderas, lagunas y bosque seco) están protegidos por el gobierno de Francia, así como la riqueza natural de la flora y la fauna. Y los fondos marinos son el hábitat y la zona de reproducción de numerosas especies protegidas, como las tortugas marinas.
Basta con tomar una excursión embarcada y asomarse a las barandas para descubrir, sin ningún esfuerzo, dos tortugas nadando a pocos metros en las aguas: todos contemplan y filman cómo, con movimientos acompasados, se van sumergiendo en el mar y sacando la cabeza para respirar pocos segundos después.
A medida que avanza la lancha, las aguas se ven por momentos azul oscuro y, de repente, turquesa bien claro, según la profundidad.
Se van dejando atrás las costas rocosas y los acantilados para divisar algunos islotes de la costa oriental como Pinel (el objetivo de este paseo), Petite Clef, Caye Verte, Tintamarre, Baie de l’Embouchure y el famoso Rocher Créole, situado enfrente de la bahía de Grand Case, que también forman parte del santuario natural.
“El nombre de Tintamarre alude al color del mar: los acantilados de tonos ocres, la laguna turquesa y la arena dorada. Se trata de un islote con dos playas agrestes dentro de la Reserva Natural, a 4 km al nordeste de Saint Martin”, explica el guía.
Los turistas embarcados lo ven de lejos (les recomiendan ir un día a hacer snorkel y ver tortugas), en una zona en la que suelen nadar delfines y ballenas jorobadas: la temporada de avistaje va de noviembre/diciembre a marzo. Para tener en cuenta: el fondeadero está al suroeste de Tintamarre, frente a la hermosa playa de Baie Blanche, a la que se llega nadando, en kayak, en paddle surf o en bote.
En el caso de la diminuta isla Pinel, la expectativa general es superada cuando la lancha se acerca. Entonces llega la hora de nadar en las aguas cristalinas o subirse a una tabla de stand up paddle para llegar hasta la orilla.
Almorzar una langosta a la parrilla en el restaurante del lugar, descansar a la sombra de un cocotero, disfrutar de un trago con los pies en el mar… Todo es posible en esta lengua de arena fina y aguas calmas, cálidas, transparentes y poco profundas en Saint Martin.
Es un secreto a voces en la costa este, frente a la bahía Cul-de-Sac. Y al caer la noche, Pinel se vacía de sus visitantes, excepto las iguanas y cangrejos que se ven doquier.
Después del huracán Irma y el Covid
“Estamos en una isla muy auténtica y segura, por lo que los turistas pueden salir de los hoteles sin problemas, alquilar un auto, elegir entre 250 restaurantes y pasear.
Además, aquí la gente es muy amable y está acostumbrada a recibir turistas desde los años 70”, explica a Clarín Sacha Bresse, encargado de Comunicación de la Oficina de Turismo de Saint Martin. Si bien nació en Francia, habla en español sin dificultad, como la mayoría de los habitantes de la isla, que representan a distintas culturas y dominan varios idiomas.
Según destaca, “el turismo representa el 95% de nuestra economía, que tuve un gran auge en las décadas de 80 y 90, y siguió creciendo. En los comienzos la mayoría de los turistas eran norteamericanos y europeos, y después empezaron a llegar de todo el mundo, como Latinoamérica”.
Precisamente, los norteamericanos y europeos volvieron después de los dos grandes golpes que sufrió la industria turística en la isla: el huracán Irma en 2017 -fue devastador, destruyendo el 95% de la infraestructura- y la pandemia a partir de 2020. En cambio, el mercado latinoamericano recién se reactivó hace unos meses.
Además, después de dos años, Copa Airlines volvió a volar con dos frecuencias semanales, convirtiéndose en una conexión muy importante para llegar vía Panamá para cualquier país de América Latina, ya que no se requiere la visa estadounidense como cuando se vuela con una aerolínea americana.
“Es una isla que se explora para tener experiencias, como pasar un día en Loterie Farm, una reserva privada con piscina en la selva . O crear un perfume propio, algo bien francés y único”, sostiene Sacha.
No exagera: la visita a Tijon jamás será olvidada por los participantes que volvieron a sus hogares con los frascos llenos de su fragancia favorita y un certificado.
Con delantal y anotador, cada uno trabajó más de una hora en el laboratorio, creando tres aromas a partir de más de 300 aceites para después elegir el preferido.
Entre pipetas, recipientes de vidrio y granos de café para aclarar la nariz, las creaciones podrán encargarse cada vez que se vuelva a la isla, y los norteamericanos pueden recibirlo en su domicilio.
Maho, la famosa playa de la isla
En el lado holandés de Sint Maarten y junto al aeropuerto internacional Princess Juliana, Maho Beach es una de las playas más fotografiadas y filmadas del mundo.
Cada día, los bares anuncian los horarios de los vuelos, convertidos en una gran atracción turística: como la pista es bastante corta, los aviones se colocan lo más cerca posible de su borde, pasando a pocos metros por encima de la playa. Por eso, hay carteles de precaución, con indicaciones para que la gente no corra peligro.
Entre el ruido de las turbinas y los gritos de los turistas, Maho no desentona con la parte más bulliciosa de la isla, que tiene casinos, discotecas y un puerto al que llegan casi todos los cruceros.
“Son más de un millón de pasajeros al año”, precisa William Bell, de Turismo de St. Maarten, al que describe como más parecido al gusto del turismo norteamericano.
Tanto Great Bay Beach como el paseo marítimo (boardwalk) y el centro comercial de la capital Philipsburg desbordan de cruceristas, que compran souvenirs, ropa y joyas duty free. También contratan excursiones o se divierten con las aerosilla y tirolesas de Rainforest Adventures.
Imperdible para quienes vacacionan en la isla: tomar el ferry para pasar un día en la vecina isla Saint Barth, también francesa y la preferida de las celebrities. Discreción, villas y hoteles de lujo, yates y marcas internacionales son los motivos más tentadores para los ricos y famosos.
Para el resto y casi sin gastar, un día de playa en Nikki Beach es un plan inolvidable, con el cuerpo flotando en el mar cristalino y la mirada descansando en las montañas verdes.
MINIGUÍA
Cómo llegar. Copa reactivó el 1 de junio los vuelos a esta isla, saliendo del Hub de las Américas..
Vuela a St Maarten vía Panamá desde Bs. As. (3 por día), Córdoba (vuelo diario), Rosario (vuelo diario) o Mendoza (5 por semana). Todos con conexión inmediata en Panamá.
En temporada baja hay tarifas desde US$ 540 partiendo de Bs. As. o desde US$ 630 desde el interior. No incluyen impuesto país y percepción de AFIP RG 4815.
Para tomar como referencia, un pasajero despega desde cualquiera de esas ciudades de Argentina a la 1.30 AM y a las 11.20 hora local del mismo día aterriza en St. Maarten. Ofrece servicio de comida en todos los vuelos.
Además, Copa ofrece el beneficio del Stopover Panamá, haciendo una parada en el vuelo de ida o vuelta, sin costo adicional .(www.copa.com).
Hub de Panamá. El aeropuerto de Tocumen tiene “excelente ubicación geográfica, óptimas condiciones de tiempo, dos pistas de aterrizaje, conexiones sin pasar por inmigración o aduanas, y equipaje documentado hasta el destino final. Copa vuela a 75 destinos en 30 países de América del Norte, Central, Sur y Caribe. Tiene 68 Boeing 737-800 Next-Generation y 13 Boeing 737 MAX 9. En 2020 fue reconocida como la “segunda aerolínea más puntual del mundo”-
Dónde alojarse. La parte francesa de la isla tiene más hoteles boutique de hasta 70 habitaciones, un all inclusive (Secrets St Martin Resort & Spa) y muchas villas de distintos tamaños (algunas ofrecen hasta chef y DJ privados).
Los precios parten de US$ 150 para una noche en habitación doble con desayuno. La parte holandesa tiene más resorts, como Sonesta y Divi LittleBay.
Cuándo ir. Todas las temporadas tienen sus ventajas porque el clima no tiene muchas variaciones, pero la temporada de huracanes va de junio a octubre, aunque agosto y septiembre representan la temporada más baja. En cambio, la época más cara empieza después del Thanksgiving y se extiende hasta los primeros días de enero. La temporada alta dura hasta abril.
Qué hacer. Media hora de jet ski o parasailing, US$ 60, dependiendo del lugar.
-Excursiones en barco, snorkel y stand up paddle board, desde US$ 30. Buceo, desde US$ 89.
-City tour, US$ 45 para dos personas. Tour a la isla completa, desde US$ 110 para dos personas.
-Pool party en Loterie Farm, US$ 25.
-Rainforest Adventures: aerosilla, US$ 52; tirolesa, US$ 99.
-Experiencia para crear un perfume propio en Tijon, incluyendo regalos y el frasco con la fragancia, desde US$ 95.
Dónde informarse: www.st-martin.org
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