Francisco no despeja las dudas. Mientras, refuerza su línea aperturista en la Iglesia. Claves de una ceremonia con aire de despedida.
La de este sábado no fue una ceremonia más porque todos saben que el mismo Papa dijo que “la puerta está abierta” para su renuncia, aunque con gentileza se presume que esto ocurrirá recién “pasado mañana”.
Diecinueve purpurados, de los cuales 16 son electores y votarán por el sucesor de Francisco en el próximo Cónclave, se arrodillaron uno a uno delante del Papa sentado en el trono pontificio de la basílica de San Pedro, que los creó cardenales y les entregó los símbolos de su nueva condición.
Son el rojo birrete cardenalicio, el casquete en la nuca y el documento de su encardinamiento a una iglesia de Roma, pues eran párrocos romanos los que desde San Pedro eligieron en dos mil años los 266 papas que lo sucedieron.
Los anunciados hace un mes eran 21, pero uno renunció. Se trata del obispo emérito de Gand, Bélgica, monseñor Lucas Van Looy, quien pidió al Papa que aceptara su dimisión al cardenalato ante las acusaciones que recibió de no haber actuado “con energía” para combatir casos de curas pedófilos en su diócesis. Francisco aceptó.
Otro purpurado, el cardenal electo de Ghana, monseñor Richard Kuuia Baawobr, sufrió un ataque cardíaco al llegar a Roma y ha sido operado en un hospital. El Papa dijo que monseñor Baawobr será creado cardenal en “otro momento”, siempre en su presencia.
Presencia polémica
Una presencia silenciosa pero muy significativa fue la del cardenal Angelo Becciú, ex estrecho colaborador del Papa y prominente personaje de la Curia.
Francisco lo despidió hace dos años en medio de resonantes acusaciones de haber cometido peculado y otros delitos, sobre todo en el escándalo mayúsculo por la compra de un edificio en Londres con fondos de la Secretaría de Estado.
El negocio fue desastroso. El Vaticano vendió hace poco el edificio londinense con pérdidas por más de 120 millones de dolares. En el Vaticano se celebra desde hace meses un proceso en el que el cardenal Becciu es uno de los acusados.
Pero el Papa ha debido dar marcha atrás porque su decisión de excluir a Becciú de sus poderes y facultades, dejándole el título de cardenal, no respetó el principio de presunción de inocencia de un acusado.
La marcha del proceso revela que algunas acusaciones no pueden ser probadas. Hay que esperar la sentencia y Francisco decidió llamar a Becciu y reincorporarlo al colegio cardenalicio. Un traspiés de imagen para el pontífice.
Visita a Benedicto XVI
El que se inició este sábado es el octavo consistorio en los diez años de pontificado que se cumplirán el 13 de marzo.
El columnista católico Alberto Melloni escribió en La Repubblica que este es un Consistorio diferente, con aire de precónclave, como creen la mayoría de los vaticanistas. Al final de la ceremonia, como es costumbre, acompañados por Francisco los diecinueve nuevos cardenales (cuatro han cumplido 80 años y están excluídos por razones de edad del Cónclave), fueron por los jardines vaticanos hasta el monasterio que alberga al Papa emérito Benedicto XVI, el gran teólogo conservador alemán Joseph Ratzinger, que ha cumplido 95 años y casi no habla.
El saludo a Ratzinger fue un momento emocionante para todos y el tema del gran cambio que se aproxima dominó la atmósfera. Se sabe que por orden del Papa está prácticamente listo el documento que firmará Francisco con las normas que por primera vez en la bimilenaria historia de la Iglesia regularán el mecanismo de sucesión cuando un Papa renuncia.
Es probable que este documento fundamental se retarde por una sola razón: Ratzinger sigue vivo y seguramente Francisco quiera evitarle un desaire. Cuando renunció en febrero de 2013, el pontífice alemán inventó para su nueva condición la figura del Papa emérito, que es fuertemente ambigua.
Papa hay uno solo y Jorge Bergoglio dio un paso histórico cuando dijo a dos periodistas mexicanas que cuando le llegue el momento renunciará como “obispo de Roma”, lo mismo que hizo Ratzinger.
“Seré obispo emérito”, les dijo. Añadió más. No volverá a la Argentina y podría aceptar alojarse en la basílica de San Juan de Letrán, sede del obispo de Roma, que es la sede que queda vacante cuando muere o se dimite un pontífice.
Bergoglio explicó que allí espera poder tener a mano una parroquia para dar misa y visitar enfermos en la zona, como hacía en Buenos Aires cuando era arzobispo.
El cuadro está completo. Ratzinger modernizó con su renuncia a la Iglesia tras 794 años sin dimisiones voluntarias de un Papa y Francisco quitará la anomalía del Papa emérito.
Posibles sucesores
Su renuncia le facilitaría influir más en la sucesión. Los dos candidatos favoritos de Francisco son el presidente de los obispos italianos y arzobispo de Bolonia, cardenal Matteo Zupi, y el filipino cardenal Luis “Chito” Tagle, ambos bergoglianos de fierro.
No es casual que todas estas grandes novedades hayan precedido los cuatro días históricos del actual Consistorio, que se inició este fin de semana, entrará en pausa el domingo y proseguirá lunes y martes.
Entre los 16 cardenales electores que se arrodillaron uno a uno ante el Papa estaban algunos de sus más estrechos colaboradores. Como el español Fernando Vergez Alzaga, gobernador del Estado Vaticano y el experto en Liturgia Arthur Roche, que sustituye en la Congregación para el Culto Divino al conservador Robert Sarah que le creó problemas a Francisco. Sarah fue mandado en pensión apenas cumplió 75 años.
Otro colaborador importante que recibió al birrete rojo fue el coreano Lazzaro You Heung-sil, prefecto de la Congregación del Clero.
Apertura a las periferias
En la lista de nuevos electores se refleja la voluntad de mantener firme la apertura hacia las periferias “geográficas y existenciales”, como ha escrito tantas veces Jorge Bergoglio.
El Papa argentino lo demostró creando cardenal al norteamericano Robert McElroy, de San Diego, California. Mc Elroy es el más avanzado de los progresistas norteamericanos, que ha mantenido una lucha que prosigue contra los conservadores, encabezados por el arzobispo de Nueva York, Timoty Dolan, para permitir a los católicos abortistas como el presidente Joe Biden y la titular de la Cámara de Diputados Nancy Pelosi que sigan recibiendo la comunión pese a las prohibiciones doctrinarias que la mayoría conservadora que controla la Iglesia de Estados Unidos utiliza como un garrote político.
Entre los latinoamericanos elegidos por Francisco está el primer cardenal paraguayo, Alberto Martínez Flores, arzobispo de Asunción, a quien acompañó el presidente del Paraguay, Mario Abdo Benítez. También dos brasileños, el arzobispo de Brasilia, Paulo Cesar Costa, y el de Manaus, la capital de Amazonia, monseñor Leonardo Steiner.
El cuarto sudamericano es el colombiano Luis Enrique Jiménez Carbajal, arzobispo de Cartagena, que no participara del Cónclave por haber cumplido 80 años.
El Papa invitó a todos miembros del Colegio Cardenalicio, que son 227, al Consistorio de Roma. Se anunció que 197, entre cardenales y patriarcas, se han hecho presentes.
Con los 16 electores creados este sábado, los cardenales nombrados por Jorge Bergoglio que votan en el Cónclave llegan a 117 y suman el 63% del total.
Para elegir a un Papa son necesarios los dos tercios de los sufragios. Pero a finales del año próximo una parte habrán cumplido los 80 años y el número se reducirá a 120. El Papa podría crear nuevos purpurados.
Los equilibrios en el Cónclave reforzaron otra vez a americanos y asiáticos. Eran 44 en 2013 y ahora son 59.
La salud del Papa es buena y estable, así como los problemas que padece en su rodilla derecha que lo siguen obligando a realizar sus actividades sentado y a transportarse en una silla de ruedas.
Tras el rito de creación de los nuevos cardenales el Papa presidió un Consistorio ordinario público en el que los cardenales votaron la canonización de dos nuevos santos. Son los beatos Giovanni Battista Scalabrini, obispo de Piacenza, que fundó la Congregación de los Misioneros de San Carlos, y Artemide Zatti, un laico profeso salesiano.
Este domingo el Consistorio entrará en un breve receso. El Papa se trasladará a L’Aquila, a un centenar de kilómetros de Roma, para rendir homenaje en la fiesta de la Perdonanza en homenaje al Papa “del Gran Rechazo”, Celestino V, que renunció voluntariamente a su cargo en 1394.
El gesto de Francisco fomenta todas las especulaciones con respecto a su propia dimisión, a pesar de que insiste: hasta ahora “no he pensado en renunciar». Aunque abrió la puerta para el futuro.
El Papa volverá al Vaticano para presidir el lunes y martes la segunda fase del Consistorio, que estará dedicada al examen de la reorganización de la Curia Romana. Los cardenales se encontrarán entre ellos. muchos se verán por primera vez y examinarán la nueva Constitución Apostólica “Predicad el Evangelio”, que contiene la nueva estructura del gobierno central de la Iglesia.
El Papa les hablará y no habrá debate abierto. Francisco ha prohibido la participación de los cardenales en las sesiones generales del lunes y martes. Es obvio que el pontífice se cubre de intervenciones por sorpresa que pueden arruinarlo todo. Por ejemplo uno o más purpurados conservadores que critiquen abiertamente la orientación de su pontificado.
Bergoglio quiere también evitar que algún cardenal hable mal de la política del Vaticano en China y las estrategias en Asia.
Vaticano, corresponsal
CB
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