Un estudio señala que incluso en la vejez temprana ayuda a prevenir enfermedades. Cuántos minutos diarios reportan beneficios.
Es sabido que hacer ejercicio siempre trae beneficios, y que cualquier actividad que se realice es mejor que el extendido sedentarismo. Sin embargo, muchas dudas aparecen a la hora de entender si en cualquier momento de la vida puede gozarse de sus beneficios. ¿Es mejor empezar tarde que no empezar? ¿Qué pasa si arrancamos a caminar a los 70?
Una nueva investigación se propuso analizar qué beneficios podrían obtenerse en estos casos.
«Mejor tarde que nunca, pero si en la vejez es temprana, mejor aún»; podría ser la frase que responda de alguna manera estas incógnitas.
El nuevo hallazgo, publicado en la revista Heart, indica que solamente 20 minutos de ejercicio diario realizado por personas de entre 70 y 75 años, pueden ayudar a evitar enfermedades cardíacas importantes, incluída la insuficiencia cardíaca, en la denominada «vejez tardía», esto es, luego de los 80.
El ejercicio en la «vejez temprana»
No es ningún secreto que la actividad física está asociada con un menor riesgo de enfermedad cardiovascular y una vida más larga, independientemente del género y el origen étnico, y los beneficios se acumulan junto con el esfuerzo realizado.
Pero relativamente pocos estudios habían analizado exclusivamente si el ejercicio en la vejez puede ayudar a prevenir enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares en la siguiente etapa.
Para llenar este vacío de conocimiento, los investigadores se basaron en datos del Progetto Veneto Anziani (ProVA), un estudio de 3099 italianos mayores (65 años o más).
Un estudio detallado
Las evaluaciones iniciales, que incluyeron un historial médico detallado, un examen físico, exploraciones y una batería de análisis de sangre, se llevaron a cabo entre 1995 y 1997, con dos evaluaciones adicionales 4 y 7 años después.
«Sólo 20 minutos de ejercicio diario en personas de entre 70 y 75 años, pueden ayudar a evitar enfermedades cardíacas».
Al comienzo del estudio, las mujeres tenían más probabilidades que los hombres de tener más de cuatro condiciones coexistentes, con una mayor prevalencia de osteoartritis, osteoporosis y enfermedad renal crónica. En tanto, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y la diabetes fueron más comunes entre los hombres.
Los participantes completaron cuestionarios sobre sus niveles de actividad física en cada uno de los puntos de tiempo. La actividad física moderada incluía caminar, jugar bolos y pescar, mientras que la actividad física vigorosa incluía jardinería, ejercicios en el gimnasio, andar en bicicleta, bailar y nadar.
Quienes realizaban 20 minutos o más de actividad física diariamente fueron catalogados como activos; mientras que aquellos que registraron menos fueron definidos como inactivos. Los hombres eran más propensos a ser físicamente activos que las mujeres.
Luego, se realizó un seguimiento de la salud de todos los participantes a través de la vinculación con los registros de alta hospitalaria y el certificado de defunción hasta fines de diciembre de 2018. El análisis final incluyó a 2754 participantes con datos completos, de los cuales 1398 eran mujeres (60%).
Durante el período de seguimiento, se realizaron 1037 nuevos diagnósticos de enfermedades cardíacas, insuficiencia cardíaca y accidentes cerebrovasculares.
Los resultados de quienes se ejercitaban
El aumento de los niveles de actividad física, así como el mantenimiento de un estilo de vida activo a lo largo del tiempo, se asociaron con menores riesgos de enfermedad cardiovascular y muerte tanto en hombres como en mujeres.
La mayor reducción en el riesgo se observó para los nuevos casos de enfermedad coronaria e insuficiencia cardíaca en la vejez tardía. No se observó una asociación significativa entre la actividad física y el ictus.
La mayoría de los participantes tenían patrones estables de actividad física activa a lo largo del tiempo. Los patrones de actividad física alta estable se asociaron con un riesgo significativamente menor (52 %) de enfermedad cardiovascular entre los hombres en comparación con aquellos con patrones bajos estables.
Los mayores beneficios parecieron ocurrir a la edad de 70 años. El riesgo fue solo marginalmente menor a la edad de 75 años, y no menor a la edad de 80-85 años, lo que sugiere que mejorar la actividad física a una edad más temprana podría tener el mayor impacto, afirman los investigadores.
También se observó una curva en forma de J para la duración del ejercicio, con la mayor reducción de enfermedades cardíacas e insuficiencia cardíaca asociada con un período de entre 20 y 40 minutos de actividad física moderada a vigorosa todos los días.
Beneficios para ambos sexos
Si bien las asociaciones observadas fueron más fuertes entre los hombres, los investigadores enfatizan: «Las mujeres que hacían más actividad física tenían tasas de incidencia consistentemente más bajas de casi todos los resultados cardiovasculares a pesar de que la reducción del riesgo no alcanzó significación estadística, pero al considerar la mortalidad general, los riesgos fueron significativamente reducidos».
Este es un estudio observacional y, como tal, no puede establecer la causa. Los investigadores reconocen que el estudio se basó en el recuerdo de los participantes, que los niveles de actividad física se evaluaron subjetivamente y que no había datos disponibles sobre los niveles de actividad física en la mediana edad, todo lo cual podría haber influido en los perfiles de riesgo cardiovascular en la vejez.
Sin embargo, concluyen: “Estos resultados sugieren que las políticas de salud pública deberían estar dirigidas a promover o iniciar la actividad física en la edad media y avanzada de la vida, dada una probable mayor efectividad en la reducción de los riesgos cardiovasculares.
“Se deben recomendar al menos 20 minutos de actividad física de moderada a vigorosa por día para lograr los mayores beneficios cardiovasculares”.
Los beneficios a nivel cardiovascular
En un editorial vinculado, los doctores Enrico Fabris y Gianfranco Sinagra de la Universidad de Trieste, Italia, explican que la actividad física ayuda a mejorar el flujo sanguíneo arterial y puede reducir su adherencia y, por lo tanto, la formación de coágulos de sangre.
“Sin embargo, los mecanismos detallados por los cuales [la actividad física] puede reducir el riesgo futuro de [enfermedad cardiovascular] aún no se conocen por completo”, señalan.
“El efecto favorable de [la actividad física] puede explicarse simplemente por su capacidad de ralentizar el proceso de aterosclerosis a través de un mejor control de la presión arterial, el nivel de glucosa en sangre y el perfil de lípidos”, esbozan.
Pero los hallazgos muestran: “que el ‘movimiento es medicina’ también en la vejez. Incluso una pequeña cantidad de [actividad física] puede conferir efectos beneficiosos en las personas mayores, pero si se realiza temprano en lugar de hacerlo tarde”, concluyen.
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