Hedi Slimane quiere vestirla. Vicent Delerm, escribir canciones para ella. Sus padres, que se deje aconsejar sobre el cine francés. Pero la artista solo quiere una vida y un estilo que suene a nuevo.
Suzanne Lindon (París, 22 años) guardó durante años un secreto. Un sueño que, “por vergüenza”, no quería compartir con nadie: ser actriz. Ese sueño que cualquier niña empezaría a mostrar, de una forma u otra, más pronto que tarde, ella lo tenía bajo llave. “No hay un momento en el que descubriera que quería dedicarme a esto, siempre lo supe”, explica. La primera tentación es pensar que la llamada de la interpretación le llegó por sus padres, actores populares en Francia: Vincent Lindon (Titane) y Sandrine Kiberlain (El pequeño Nicolás). Pero precisamente por ellos lo mantuvo en secreto.
“Soy muy dura conmigo misma, no quiero que me pongan las cosas fáciles porque soy ‘una hija de’. Mis padres nunca me llevaron a sus rodajes, esa era su vida y yo quería tener mi propia experiencia, que el primer plató que pisara fuera el mío”, cuenta en videollamada desde su casa en París en nuestra segunda conversación. La primera tuvo lugar en San Sebastián, donde fue a presentar su primera película, Spring Blossom (Seize Printemps, 16 primaveras, en su título original) su debut en la dirección, el guion y la interpretación. En el cine, en general.
Con la película, que rodó en menos de tres semanas, les contó a sus padres y su entorno que quería ser actriz. Y también directora. Así descubrió Francia un nuevo talento nacional, al que no tardaron en colgar la etiqueta de nueva Charlotte Gainsbourg. “Me halaga esa comparación porque es una de mis actrices favoritas. Lo admiro todo en ella, su voz, su forma de moverse, su cuerpo, es tan moderna y a la vez atemporal… Espero que me comparen por eso”, ríe. Aunque preferiría que no la compararan con nadie.
Tenía solo 15 años cuando empezó a escribir Spring Blossom. “Escribí sobre lo que sabía, ser adolescente, ese periodo extraño en el que ya no eres una niña, pero aún no eres adulta, te aburre la gente de tu edad, no sabes quién eres ni qué quieres”, recuerda. No sabía ni cómo se escribía un guion, pero ahí lo dejó, lo fue desarrollando, puliendo y escondiendo, la historia de un romance platónico entre una joven (ella misma) y un treintañero (Arnaud Valois). Cuando terminó el colegio, probó a rodar la película. Primero, buscar dinero junto con su amiga y productora. “Fuimos a ver a gente que no conocíamos de nada, y no a los que tenían relación con mis padres”, cuenta. Vuelve una y otra vez sobre ese punto. Convencida de que si llega a algo en la profesión será por sus logros personales. “El apellido supongo que ayuda si lo usas, pero yo intento no hacerlo”, insiste.
Antes de terminar la película, Cannes la había seleccionado para su Festival de 2020. Pero la pandemia llegó, el certamen francés se canceló y el estreno en salas galas se tuvo que retrasar más de un año, periodo que Lindon pasó promocionando su trabajo por otros festivales y esperando. “Tuve mucho miedo, estaba un poco ansiosa, pero también feliz de haberla podido hacer”, admite. Aunque necesitaba compartirla. Y aún está “sobrepasada” por la reacción. “Fue como una revelación para todo el mundo porque nadie sabía que yo quería dedicarme a esto”, se ríe. Todo ha cambiado para ella ahora. “Tengo más ofertas, pero no quiero ir demasiado rápido, para mí es importante elegir mis proyectos con honestidad, hacerlos porque creo en ellos y sacar tiempo para escribir mi siguiente película”.
En eso está ahora mismo, inmersa en los ratos que le deja la intensa promoción de sus trabajos. “Justo después del estreno de la película, empecé a rodar a las órdenes de Arnaud Desplechin y de Valeria Bruni Tedeschi”, cuenta. Dos héroes para ella. Con el primero, cuyas películas (como las de Maurice Pialat o Éric Rohmer) inspiran su cine, ha rodado la segunda temporada de En thérapie (adaptación de la americana En terapia), en un papel que consiguió en un casting de, cuenta, “500 chicas”. “Y Valeria creó este pequeño papel para mí en Les Amandiers, una película que habla de sus principios como actriz”, desvela. También le han llegado ofertas para dirigir guiones de otros, pero no es algo que le interese ahora mismo: “Confío mucho en mí, en lo que hago, no tengo miedo a equivocarme o que me juzguen, pero soy muy nueva en todo esto y tengo muchas dudas, necesito tiempo y experiencia”.
El mundo de la moda también ha llamado a su puerta. Es embajadora de Celine. El propio director creativo de la firma, Hedi Slimane, la llamó después de verla en San Sebastián con ropa de su marca. “No quiero que la moda sea parte de mi trabajo, no me interesa esa parte glamurosa de la profesión, pero sí me gusta trabajar con Hedi, a quien considero un artista, un genio, y que ha respetado mi identidad, porque a mí no va a maquillarme, no soy nada sofisticada ni femenina, y me han dejado ser yo misma. Por eso me ha gustado”.
Lindon, como buena artista francesa, también canta. Debutó con su voz en su película, en la canción final que Vincent Delerm compuso para ella, y ahora el músico quiere componerle más. Otra razón, muy a su pesar, para esa comparación con Charlotte Gainsbourg. ¿Y trabajar con sus padres, como tanto hizo la gran hija de? Suelta un no rotundo. “Para nada. Esa fue siempre mi primera condición. Quizá en diez años, o en cinco, o en tres, pero antes necesito probar que puedo lograrlo por mí misma”, insiste. “Si ahora nos llegara un proyecto muy interesante, lo hablaría con mi padre, pero sería una conversación muy difícil. Ahora mismo, diría que no”.
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