Durante cuatro años, realizó cientos de presentaciones haciendo playback. Contó su historia en un libro.
Jessica Chiccehitto Hindman soñó desde pequeña con ser violinista. Nació en 1981 en Virginia Occidental, Estados Unidos, y vivió toda su infancia allí. La falta de profesores disponibles hizo que no pudiera estudiar música hasta los ocho años.
Pero un regalo de cumpleaños cambió su vida para siempre acercándola a su sueño: un violín. A partir de ese momento Jessica comenzó a viajar largas horas en autobús para poder perfeccionarse en el arte de la música clásica. Estudió, se volvió una experta, y durante toda su época escolar participó en los actos de estudiantes demostrando su arte.
Hindman se mudó a Nueva York para estudiar música en la Universidad de Columbia, pero con el tiempo decidió hacerse especialista en asuntos de Medio Oriente. La alta competencia y la calidad de los otros estudiantes hizo que decidiera dejar de lado su objetivo. Sin embargo, por esas cosas del destino, Jessica terminaría tocando en una orquesta, viajando por todo el mundo y vendiendo millones de discos.
Una afamada orquesta musical
En su último año de universidad necesitaba dinero para costear los estudios y su vida en Nueva York, una de las ciudades más caras del mundo. La situación se puso muy difícil. Jessica tenía dos trabajos e incluso había vendido sus óvulos a una clínica de fertilidad. Estaba buscando un tercer trabajo, cuando un aviso en internet le cambió la vida.
Una «orquesta galardonada» buscaba violinistas y flautistas. Ella tenía 21 años y el pago era muy bueno, llegando a duplicar lo que ganaba en aquel momento. No podía dejar ir esta oportunidad. Para entonces, Jessica había tomado lecciones de violín durante 13 años, pero nunca lo había hecho de forma profesional.
Contratada para hacer mímica
Consiguió el trabajo sin una sola entrevista y sin tocar frente a nadie. Algo sonaba raro. En su primera gira por el estado de Nueva Hampshire se dio cuenta de lo que verdaderamente pasaba. Mientras ellos hacían que tocaban en vivo, de fondo sonaba un CD con la música grabada. Todo era una puesta en escena, su trabajo era aparentar que hacía música frente a los espectadores sedientos de arte.
Aunque Jessica admitía que se sentía degradada y que no le gustaba en lo absoluto lo que hacía, el trabajo estaba bien pago y ella necesitaba el dinero. Además de «tocar» en las giras y estar en las presentaciones, la violinista debía vender los discos de la banda para ganar un dinero extra.
«Había algunos músicos realmente buenos que lo hicieron porque tenían dificultades para encontrar trabajo en otro lado», afirma Hindman en una entrevista con la BBC. Y agrega: «Como estábamos solo imitando los temas teníamos tiempo de pensar sobre lo que estaba sucediendo, y la falsedad de todo jugaba en mi mente».
Drogas, giras, vorágine y salud mental
Claro, estaba haciendo algo para lo que realmente no se había preparado. Su sueño era otro: tocar el violín, de verdad, frente a un auditorio. Por otra parte, el ritmo y la vorágine de las giras también le pasaron factura. Para hacerle frente a las largas jornadas de trabajo y a los constantes viajes desarrolló una adicción a las anfetaminas y a la cocaína.
Había tocado el violín en una falsa orquesta durante cuatro años, desde 2002 a 2006. Recorriendo auditorios, centros comerciales y hasta programas de televisión. Viajaron por todo Estados Unidos e incluso tocaron en China en varias ocasiones.
Volver a empezar y contar su historia
Tenía 26 años y sentía que el mundo se le venía abajo. Lo que hacía, y cómo se sentía al respecto, acompañado del uso de drogas fuertes terminaron deteriorando su salud mental. Hindman fue diagnosticada con trastorno de ansiedad luego de tener fuertes ataques de pánico en las giras. Dejó todo y volvió a la casa de sus padres para volver a empezar.
Recibió ayuda psicológica y psiquiátrica, y luego fue contratada como secretaria de admisiones en la Universidad de Columbia donde se matriculó en escritura creativa de no ficción. A partir de este momento su vida dio un giro de 180°.
Aceptó un puesto como profesora asociada en la Universidad del Norte de Kentucky y comenzó a escribir para contar su historia.
En 2019 publicó el libro «Sounds Like Titanic» (Suena como Titanic) que más que una denuncia es una biografía donde no da nombres. Por ejemplo, el artífice de la estafa es llamado «El Compositor«. Su objetivo no era señalar a nadie, sino hacer literatura.
«Mi historia no era sobre El Compositor», afirma Jessica. Y agrega: «Todo se reduce al hecho de que necesitaba el dinero». El libro de sus memorias fue finalista del Premio del Círculo Nacional de Críticos de Libros en Autobiografía en 2019 y uno de los mejores libros de Amazon durante ese mismo año.
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