Un reciente estudio halló diferencias significativas entre ambos tipos.
La principal fuente de vitamina D es el sol, pero quienes tienen déficit pueden requerir suplementación.
Una nueva investigación halló diferencias significativas entre los dos tipos de vitamina D, y concluyó que la vitamina D2 tiene un impacto «cuestionable» en la salud humana. Por el contrario, encontró que la vitamina D3 podría ayudar a equilibrar el sistema inmunológico y a fortalecer las defensas contra infecciones virales como el COVID-19.
En un estudio colaborativo de las universidades británicas de Surrey y Brighton, los investigadores investigaron el impacto de los suplementos de vitamina D (D2 y D3) tomados diariamente durante un período de tres meses. Los resultados fueron publicados en la revista Frontiers in Immunology.
Efectos diferentes
El equipo de investigación descubrió que ambos tipos de vitamina D no producían el mismo impacto. Encontraron evidencia de que la vitamina D3 tenía un efecto modificador en el sistema inmunológico que podría ayudar al organismo a defenderse contra enfermedades virales y bacterianas.
«Hemos demostrado que la vitamina D3 parece estimular el sistema de señalización del interferón tipo I en el cuerpo, una parte clave del sistema inmunitario que proporciona una primera línea de defensa contra las bacterias y los virus. Por lo tanto, un estado saludable de vitamina D3 puede ayudar a prevenir que virus y bacterias se afiancen en el cuerpo», explicó sobre los hallazgos el profesor Colin Smith, autor principal del estudio.
«Nuestro estudio sugiere que es importante que las personas tomen un suplemento de vitamina D3 o alimentos adecuadamente fortificados, especialmente en los meses de invierno«, subrayó Smith.
La vitamina D3 se produce naturalmente en la piel a partir de la exposición a la luz solar o a la luz ultravioleta UVB artificial, mientras que algunas plantas y hongos producen vitamina D2.
Muchas personas tienen niveles insuficientes de vitamina D3 porque viven en lugares donde la luz solar es limitada en invierno, como el Reino Unido. Al pasar más tiempo en casa, la pandemia de Covid-19 también limitó la exposición natural de las personas al sol.
«La deficiencia de vitamina D puede deberse al área geográfica donde vivimos (el sur de nuestro país tiene menores niveles de vitamina D), al factor estacional (ya que el invierno, el frío y la lluvia disminuyen la radiación solar), a la contaminación ambiental o al hábito de estar muchas horas sin salir a la luz solar», explicaba en una nota con Clarín Alicia Bagur, médica osteóloga, directora médica de Mautalen Salud e Investigación.
Aunque algunos alimentos están fortificados con vitamina D (cereales para el desayuno, yogures y pan) y pocos c, pocos contienen la vitamina de forma natural (pescados grasos como el salmón, boquerón, caballa o arenque; la yema de huevo; los hongos expuestos al sol por 30 a 60 minutos; y lácteos suplementados con vitamina D).
El colecalciferol (vitamina D3) pertenece a una clase de medicamentos llamados análogos de la vitamina D. El cuerpo necesita el colecalciferol para tener huesos, músculos y nervios saludables y fortalecer el sistema inmunitario. Su acción consiste en ayudar al cuerpo a usar más del calcio que se encuentra en los alimentos o suplementos.
«Si bien descubrimos que la vitamina D2 y la vitamina D3 no tienen el mismo efecto sobre la actividad genética en los humanos, la falta de impacto que encontramos al observar la vitamina D2 significa que se requiere en forma urgente un estudio más amplio para aclarar las diferencias en los efectos. Sin embargo, estos resultados muestran que la vitamina D3 debería ser la forma preferida para los alimentos y suplementos fortificados», concluyó la profesora Susan Lanham-New, coautora del estudio y jefa del Departamento de Ciencias de la Nutrición de la Universidad de Surrey.
Aprovechar el verano
La especialista argentina Alicia Bagur decía en entrevista reciente con Clarín que en Argentina nos encontramos en una época ideal del año para aumentar nuestras reservas de vitamina D.
«El 80% de la vitamina D se genera en la piel al exponernos a los rayos solares, así que salir a pasear, hacer actividad física al aire libre, sentarse en el balcón, jardín o plaza con los brazos o las piernas expuestos al sol solo por 15 minutos es suficiente para lograr niveles adecuados», apuntaba.
Los adultos mayores, no obstante, tienen más dificultades para sintetizar vitamina D a través de la piel.
Dado que la ingesta de alimentos no aumenta significativamente los niveles de vitamina D, quienes tengan contraindicada la exposición al sol y aquellas personas con niveles bajos, podrían necesitar suplementación, siempre indicada por un profesional de la salud.
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