El tres veces primer ministro falleció en Milán, a los 86 años. Un repaso por una vida de poder, peleas políticas y choques con la Justicia.
Le atribuyen una frase que lo pinta con claridad: “soy el Jesucristo de la política, me sacrifico por todos”. Silvio Berlusconi, tres veces primer ministro de Italia, político intenso y controvertido, ha sido un personaje inevitable en la historia moderna de la península.
Una versión anticipada de Donald Trump, con giros populistas muy marcados, debilidad casi asombrosa por las mujeres e incluso las niñas.
Multimillonario, dueño del poder mediático de Italia, amigo profundo y leal de sujetos como Vladimir Putin al punto de defender su cruel guerra contra Ucrania y envuelto en un teflón que lo ha mantenido tanto lejos de la justicia como presente en la disputa política y los cargos de poder. Es la personalidad que acaba de morir a los 86 años.
El tres veces primer ministro falleció en Milán, a los 86 años.
Tiene una historia de movilidad social y empeño. Fue el primer hijo de un bancario y de una empleada de Pirelli. Tuvo dos hermanos, María Antonietta y Paolo. Estudió abogacía, se hizo millonario y gobernó Italia apoyado en una derecha personalista y caudillezca.
Se casó tres veces y desaparece ahora como aliado minoritario de la primera ministra Giorgia Meloni, quien debió ponerle más de un límite por sus arrebatos para intentar controlarle el gobierno.
Su histrionismo reconoce algunas raíces poco conocidas. De joven, antes de terminar la universidad, fue animador musical y pocos lo saben, también cantante melódico desde los escenarios de los barcos cruceros que recorrían el Mediterráneo.
Un auto fúnebre traslada del ataúd de Berlusconi, en Milán. Foto: EFE
Tenía dos pseudónimos, Il Cavaliere y Sua Emittenza, como le llamaban con sorna sus compatriotas. Extravagante incluso en la manera de relacionarse, famoso por sus mentiras y una ausencia de límites en su locuacidad.
Sus metidas de pata son históricas, sobre todo cuando llamó en 2008 al primer presidente negro de Estados Unidos, Barack Obama, «joven, guapo e incluso bronceado», al referirse a su color de piel. En marzo de 2006 aseguró que la China de Mao «no se comía a los niños crudos, sino que los hervían para fertilizar los campos».
Sin olvidar una ocasión, en 2009, durante la cual sugirió a una estudiante que se quejaba de la falta de oportunidades que debía buscar un millonario para casarse. En abril de ese mismo año, invitó a los sobrevivientes del devastador terremoto de L’Aquila, hospedados en carpas, que «lo vivieran como si fuera un fin de semana de camping».
En esa seria de derrapes figura en el tope cuando describió a la ex mandataria alemana Angela Merkel como una “culona inchiavabile«. Fue en una charla con el director de su periódico Avanti, a quien le dijo que la premier germana era una «una culona con la que no habría manera de tener sexo» aunque las palabras no fueron tan prolijas.
Amigos, adversarios, choques y polémicas
Silvio Berlusconi con la jefa de gobierno de Italia, Giorgia Meloni, durante un acto de campaña en septiembre de 2022. Foto: AP
Ha tenido algunas otras semejanzas con el magnate norteamericano. Su escala hacia el éxito económico lo comenzó a los 23 años en Milán, cuando ya dirigía una empresa de construcción. Con esa experiencia fundó dos compañías dedicadas a complejos residenciales y comerciales.
Eso sucedía a inicios de la década de los 60. Más de tres lustros después logró comprar su primera cadena televisiva, Telemilano Cavo. Ese fue el primer paso de un crecimiento que en 1994 devino en el holding Fininvest, que concentraba el control mayoritario de tres de las cadenas de televisión más importantes del país, dos diarios, revistas, la editorial de libros Mondadori, el club Milan AC que catapultó su popularidad hacia la política y almacenes.
De esa estructura se abrieron luego ramas financieras y de seguros. Se convirtió en un magnate y ese poder económico lo respaldó en su carrera política en todo sentido, también en sus opacidades.
En esas épocas, en 1978 se integra como miembro de la vidriosa logia masónica «Propaganda 2» (P2) del venerable maestro Licio Gelli, a quien fue presentado por el periodista Roberto Gervaso. Número de membresía: 1816. Pronto comenzará a recibir créditos enormes y más allá de toda normalidad de Monte dei Paschi y el BNL (dos bancos con algunos hombres clave afiliados a P2). Y comenzará a colaborar, con comentarios sobre política económica, en el Corriere della Sera, controlado por P2 a través de Angelo Rizzoli y Bruno Tassan Din.
El P2 acaba siendo disuelto por subversivo por una disposición gubernamental. Es entonces cuando Berlusconi funda Publitalia 80, la agencia de publicidad de las cadenas de televisión.
El mismo año del nacimiento de Fininvest creó su partido Forza Italia, que buscó siempre coaliciones con fuerzas de derecha tanto la Liga Norte o la Alianza Nacional, pactos necesarios en un sistema parlamentario para armar los gobiernos que nacen y mueren en el Legislativo.
Silvio Berlusconi, Nicolás Sarkozy, Angela Merkel, Barack Obama y el premier turco, Recep Tayyip Erdogan, durante una cumbre del G20 en Cannes, Francia, en noviembre de 2011. EFE
Debutó como primer ministro con un dato elocuente sobre sus elecciones como dirigente: impulsó un proyecto luego fallido para recortar los poderes de los jueces que dirigían las investigaciones contra la corrupción. No tuvo apoyo en semejante aventura contra la Justicia, pero esa era su visión de cómo hacer política.
No es casual que un año después de llegar al gobierno debió renunciar en medio de un proceso en su contra por corrupción. Esas sombras le produjeron una sonora derrota en las legislativas de 1996 frente a la alianza del Olivo que comandaba el prestigioso Romano Prodi, una formación socialdemócrata que poco pudo hacer para cambiar la cultura oportunista que impuso Berlusconi con su estilo.
Batalla contra la justicia
La historia del lider derechista desde entones fue la de los litigios con los magistrados a los que trataba de comunistas y repudiaba en cada discurso o maltrataba desde sus medios. Son innumerables los casos de corrupción por los cuales fue señalado o sospechado. Incluso en 1998 fue condenado a dos años y cinco meses de prisión por financiación ilegal de su partido.
Esas oscuridades no impidieron que en 2001 regresara al poder como premier alzado sobre los escombros del gobierno de centroizquierda. Su último capítulo en ese alto cargo fue en 2008.
Su carrera fue audaz pero no sencilla. La situación de hegemonía que logró sobre los medios de comunicación despertó recelos que llevaron en 1990 a una ofensiva legal para intentarle imponer un límite. Pero, lejos de resentirse por tales ataques, o por el enfrentamiento empresarial con Carlo de Benedetti (el otro gran magnate de la industria italiana), Berlusconi prefirió la huida hacia adelante: ante la crisis de la República por las acusaciones generalizadas de corrupción (operación «manos limpias»), Berlusconi saltó al ruedo político ocupando el vacío que dejaba el descrédito de los partidos tradicionales .
Il Cavaliere no se fue nunca de la política italiana, como gobierno o como líder de la oposición. Foto: REUTERS
Las alianzas con las formaciones de derecha, y una autopropaganda de eficiente administrador empresarial que repicaban sus medios, lo proyectaron al poder. En su primer gobierno descubrió el pantano en el cual debía moverse. Una lluvia de acusaciones de fraude fiscal y de soborno a políticos y funcionarios le cayó como una tromba, muchos de los cargos absolutamente ciertos y con huellas en toda la etapa anterior.
Tras esa derrota sin paliativos, empezó, bajo sospecha, su travesía del desierto, acosado por la Justicia, denostado por los intelectuales y traicionado por algunos de sus aliados. Su escudo en gran medida era que contaba con la mayor fortuna de Italia y mantenía los mejores titulares que movían sus medios. La revista Forbes lo había situado en el puesto 14 en la lista de las personas más ricas del mundo ya en 2001.
La fortuna política volvió a sonreírle en las elecciones europeas de junio de 1999, en las que Forza Italia obtuvo el 25,2% de los sufragios y 32 eurodiputados, superó por primera vez a los Demócratas de Izquierda (DS, ex comunistas) y se convirtió en el primer partido del país.
Elegido eurodiputado, pese a su escaso entusiasmo europeísta, Berlusconi logró que Forza Italia fuera aceptada como miembro en el Partido Popular Europeo (PPE) que aglutina a las formaciones democristianas y del centroderecha en el Parlamento de Estrasburgo.
Los resultados de las elecciones regionales del 16 de abril de 2000, que afectaron a 15 de las 20 regiones del país, confirmaron la estrategia del Cavaliere, de nuevo convertido en jefe infatigable de la oposición. Forza Italia y los partidos afines obtuvieron un claro triunfo, con más del 50% de los votos, un verdadero sismo electoral que precipitó la caída del gobierno de Massimo d’Alema.
El Polo de la Libertad de 1994 devino la Casa de las Libertades con los mismos socios: la Alianza Nacional (AN), posfascista y nacionalista, y la Liga Norte, de tendencias separatistas, xenófobas y antieuropeas.
Una nueva campaña electoral comenzó prácticamente en diciembre de 2000, pronto transformada en un plebiscito sobre Berlusconi, una pugna del líder providencial, Uomo del fare (hombre de acción), cruzado de la libre empresa, contra los profesionales de la política «que nunca han trabajado», en un cuidado escenario mediático.
Sin embargo, no pudo eludir los comentarios de censura a sus aliados, las sospechas sobre el origen dudoso de su fortuna, las zonas de sombra de sus sociedades y sus problemas legales.
De esa época es el famoso informe que publicó el prestigioso semanario liberal británico The Economist, que hizo una pormenorizada investigación sobre las andanzas financieras limpias o sucias del Cavaliere y concluía que no estaba habilitado para gobernar un país además de la importancia política y económica de Italia.
Notable, tuvo un formidable defensor, Giovani Agnelli, el patriarca de Fiat que estaba más ofendido por el tratamiento a su país como una república bananera que por lo que decían del ex premier. Del otro lado, plantado en la vereda de la crítica, se encontraba el escritor Umberto Eco, quien sostenía que las elecciones debían ser un referéndum moral que impidiera que el patrón de Fininvest se coronara en el poder.
Il Cavaliere replicó con un simulacro de contrato con los electores, firmado ante las cámaras de televisión, en vísperas del escrutinio, en el que se comprometía a realizar al menos cuatro de los cinco puntos prioritarios de su programa: reducción de los impuestos y del desempleo, aumento de las pensiones mínimas, más seguridad y menos inmigrantes, un plan ambicioso de infraestructuras.
Con una retórica propia de la guerra fría, dice una de sus biografías, Berlusconi se pavoneó de sus éxitos empresariales, deslumbró a los electores con su estrellato televisivo, desdeñó a su principal adversario y se presentó como víctima de un complot urdido por jueces «comunistas».
Silvio Berluconi, en julio de 2004, con su segunda esposa, Veronica Lario, de la que se divorció en 2009 tras los escándalos por las fiestas. Foto: AP
Los italianos fueron sensibles a sus argumentos y le entregaron la confianza: Forza Italia alcanzó un éxito considerable con el 29,4% de los votos en las elecciones del 13 de mayo de 2001 y, en unión de sus aliados, logró la mayoría absoluta en ambas Cámaras del Parlamento (368 diputados y 177 senadores). Triunfó frente a una centroizquierda, dirigida por los ex comunistas, que encarnaba la continuidad de un sistema del que los electores creían haberse desembarazado en 1992. En realidad, nunca se iría, dueño del poder o gritando desde la oposición.
Berlusconi y las mujeres
La política no ha sido su único costado polémico. Las mujeres son la otra galería que lo pinta de un modo controvertido y extravagante, aunque sus electores, su gente, le perdonaba todo incluso hasta sospechas de pedofilia y ese perfil incesante de viejo verde que no perdió ni en sus últimos años ancianos.
Dos matrimonios, una novia muy joven y muchas amigas. «Soy una persona alegre, amo la vida y a las mujeres», solía confesar desdeñando las críticas, los escándalos y las exageraciones de los medios sensacionalistas.
Se burlaba de sus críticos sosteniendo que “un sondeo dice que 33 por ciento de las jóvenes italianas dicen que les encantaría acostarse conmigo. El resto de las mujeres dice: ¡ehh! ¡Otra vez!!!”
Padre de dos hijos con su primera esposa, Carla Dall’Oglio, y de tres con la segunda, Verónica Lario. Una tercera relación importante fue con la joven Francesca Pascale. Acorralado por la justicia por sus escándalos sexuales, el ex primer ministro fue procesado por prostitución de menores durante sus veladas al ritmo de «bunga bunga» con una joven menor de edad, mejor conocida como «Ruby roba corazones», juicio por el que fue absuelto.
Pero fue juzgado nuevamente bajo ese mismo asunto legal pero por sobornar testigos, tras haber pagado millones de euros a varias participantes a sus fiestas al ritmo de «bunga-bunga» que eran en realidad orgías. Aseguraba que sólo había querido ser generoso con mujeres jóvenes con poca reputación.
Silvio Berlusconi, durante una rueda de prensa en Roma, el viernes 4 de julio de 2008, frente a una reproducción de «La Verita’ Svelata dal Tempo»(AP Photo/Andrew Medichini)
En noviembre de 2010, criticado por uno de los múltiples escándalos sexuales que protagonizaba, dijo que era «mejor tener la pasión por las mujeres bellas que ser gay». Y añadió: «He gastado 1.000 millones de dólares para pagar a los 105 abogados que me han defendido».
Acusado de evasión fiscal, de prostitución de menores, de financiación ilegal de partidos políticos, de corrupción, el magnate ha encarado más de 30 procesos judiciales, la mayoría de ellos han sufrido prescripciones, amnistías, o simplemente los cargos que se le imputaban han desaparecido del código penal gracias a leyes adoptadas a su medida.
En sus últimos años, era hospitalizado con frecuencia. La indicación inicial era debido a algún problema de salud. En realidad, lo hacía para escapar de la citación de los jueces. Esta vez, no fue así.
Fuente: Externa.
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