Implementar cambios en el estilo de vida no siempre es sencillo. “Cuando no hay ganas, que haya compromiso”, aconsejan especialistas.
La mente suele resistirse a los cambios que uno se propone.
Introducir cambios en las rutinas no suele resultar sencillo. Sea que hablemos de mejorar nuestra alimentación, comenzar a hacer ejercicio, a meditar, o tomarnos un tiempo para implementar mejoras en nuestro bienestar; tanto el entorno como la mente pueden interrumpir las buenas intenciones con imprevistos o excusas que obstaculizan su concreción.
Por eso, es fundamental tener ganas de cambiar, y para eso la motivación juega un rol clave. Sin embargo, el camino hacia ese cambio puede dificultarse en el día a día,y es común que el impulso inicial vaya disminuyendo hasta desaparecer, con la frustración que un objetivo no cumplido puede traer aparejada.
¿Qué hacer en esos casos? ¿Qué pasa cuando se tiene la intención de mejorar hábitos pero no hay ganas? Para poder sostener ese plan que mejore nuestro bienestar, estas 5 estrategias pueden ayudar según dos expertas consultadas:
1. Cuando no haya motivación, que haya compromiso
Proponerse implementar cambios para mejorar hábitos es una cosa, pero sostener el día a día llevando a cabo acciones para lograrlo puede resultar más complicado que lo imaginado.
En este sentido, es muy importante saber de antemano que va a haber muchos momentos en los que no habrá ganas de sostener la actividad o el cambio planeado.
«A la hora de llevar a cabo ese compromiso y mantenerlo día a día, existe la creencia de que las ganas y la voluntad estarán siempre disponibles, y eso está alejado de la realidad«, plantea Guillermina Llana, licenciada en Nutrición y docente de la Universidad ISalud.
Por eso, la profesional propone cambiar el foco, pensando que en muchas ocasiones, la mentada motivación deberá ceder paso el compromiso, en un juego de alternancia en el que aparezca uno cuando el otro no esté.
En el mismo sentido, Tatiana Goldman, health coach que brinda consejos sobre alimentación y bienestar, propone que la motivación esté vinculada al objetivo concreto (estar mejor), en lugar de a las acciones necesarias para llegar a él.
«Claro que no siempre hay ganas. Y, de hecho, no tenemos que esperar que la motivación llegue sola, hay un trabajo previo que consiste en saber que uno está yendo en busca de eso que necesita, que le va a hacer bien, y de ahí surge, después, la motivación: no solo de disfrutar de la actividad física, por ejemplo, sino de cómo nos sentimos luego física y mentalmente», reflexiona.
2. Salir de la zona de confort
Íntimamente ligado al punto anterior, hacer algo aunque no tengamos ganas, privilegiando un bien mayor, significa aventurarnos en una actividad que en un principio nos incomode, y que no nos de placer inmediatamente. Es que empezar algo nuevo implica salir de la rutina.
Llana pone el ejemplo de los cambios que se necesitan para apuntar a tener un estilo de vida más sano: por ejemplo comer determinados alimentos, limitar otros «no tan buenos» y realizar actividad física.
«El cerebro va a tender siempre a permanecer en la zona de confort y a repetir patrones que se vienen realizando para, de alguna manera, ahorrar energía y no generar un gasto extra. Esta zona de confort incluye el no salir de casa a hacer deporte, o comer un ultraprocesado en vez de un producto natural o casero”, agrega.
Como sostiene Goldman, «es central el concepto de incomodar al cuerpo, de dejar las viejas creencias de lado y empezar a moldear el cerebro para que responda cómo nosotros queremos».
3. No escuchar a la mente cuando pone excusas
Claro que todo esto puede implicar un esfuerzo en el que debamos lidiar con pensamientos que nos lleven a evitar el cambio.
«Las excusas las vamos a encontrar siempre: llueve y me quiero quedar en la cama, me dormí tarde, se despertaron mis hijos. Si decido que voy a entrenar a la mañana y para eso pongo el despertador 6.30, seguramente cuando suene muchas veces mi cabeza me pondrá excusas», plantea la health coach.
Por eso propone «no dejarnos gobernar por la catarata de pensamientos que surgen: me programo para no escucharlas, me levanto, me cepillo los dientes, me pongo la ropa de entrenar y arranco. El hábito se construye cuando sé que atrás de ese hábito hay un bienestar», agrega.
La determinación previa juega un rol central: «Es muy importante aquí que la persona no se enrede con sus propios pensamientos», añade.
4. Organizarse e ir de a poco.
Anticipar situaciones es clave. Tratar de saber cuándo uno suele tener hambre para tener a mano un alimento real y no un ultraprocesado, saber que si llueve y se dificulta salir a caminar puede hacerse una clase de yoga online, y reservar un momento del día en la semana para asegurarse de realizar la actividad planeada, son algunas pautas que pueden sumar.
«La organización y la logística son las grandes aliadas de un hábito. Si no sé a qué hora del día voy a entrenar, posiblemente me pase el día intentándolo y me frustre cada vez, hasta que cuando llegue ese momento en que todo está en calma, ya no tenga ganas», plantea Goldman.
Por otro lado, propone ir de a poco, ya que muchas veces los pequeños cambios son más fáciles de instalar, y van trayendo otras mejoras.
«Saber que somos todos diferentes y cada persona parte desde el lugar que puede y quiere a cambiar algo. Muchas veces con un simple ajuste de hábitos, por ejemplo tomar más agua, dejar de picotear todo el día y empezar una actividad física, se empiezan a sentir los resultados y a partir de ahí podemos ir agregando otros hábitos», suma.
5. Cuidar el espacio ganado y defenderlo
Por más pequeña que sea la mejora planteada, Goldman propone ponerse firme para que nada (o casi nada) pueda ponerlo en riesgo. Si bien eso tiene que ver con la realidad de cada persona, propone buscar un momento del día que sea difícil de interrumpir o de cancelar, aunque eso implique hacerlo a deshora.
«Si se tiene hijos chicos, es probable que a la tarde noche estén cansados, con todo el día encima, y puedan requerir de nuestra presencia. En cambio, si uno se levanta a un horario en el que todos suelen dormir, como a las 6 de la mañana, es más difícil que una fiebre o un berrinche puedan obstruir nuestro momento», aconseja.
«Para lograrlo, resulta de vital importancia poder ajustar las acciones a nuestro propio plan, conectarse con uno mismo para plantearse objetivos vinculados a las propias necesidades, y no a modas, consejos y tips difundidos por múltiples fuentes y que pueden llegar a confundir», recomienda.
Por último, propone no dejar de ser flexible si realmente sucede algo que lo cancele, ya que los hábitos se construyen con el tiempo.
«A cada persona puede llevarle un tiempo diferente hacerse de ese hábito, puede haber un día que por diferentes circunstancias necesite descansar (ciclo menstrual, algún acontecimiento que la puso mal, una reunión que duró hasta muy tarde)», enumera.
«Entonces -sugiere- lo primero que hay que hacer es escucharse a uno, no salir corriendo a intentar llevar a cabo todos los hábitos, costumbres, rituales que vemos de un día para el otro. Escuchar qué necesito yo, cómo lo incorporo a mi vida, en qué momento podría hacerlo, qué necesito del entorno para no frustrarme cada vez que empiece hacerlo.»
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