Puso dinero para una empresa que quiere «revivir» el dodo. Dilemas éticos y la posibilidad de que el desarrollo se aplique en humanos.
En 1681, en la isla de Mauricio, en el océano Índico, un disparo terminó con la vida del último dodo, una especie tan enigmática como única y que hoy está en el centro de la mirada de científicos, eticistas y millonarios debido a una flamante startup que propone replantear la manera en la que pensamos sobre los animales extinguidos.
Sin embargo, una vez más el dinero parece alimentar una confianza casi fantasiosa en el poder de la ciencia escondiendo otros intereses. Y es que tras una ronda de inversiones Serie A en la que se recaudaron 60 millones de dólares gracias a nombres conocidos en Silicon Valley como Thomas Tull y Robert Nelsen pero también el de empresaria y heredera Paris Hilton, la empresa Colossal Biosciences consolidó una nueva categoría tecnológica, la startup especializada en “desextinción”.
Se trata del esfuerzo por secuenciar el genoma de una especie que ya no existe a partir del material genético disponible para luego encontrar parientes cercanos vivos y traerlo a la vida desde un laboratorio. Y el proyecto estrella es el dodo, un ave no voladora endémica que sólo estaba presente en la isla de Mauricio y cuya figura enigmática cautivó a los europeos al punto de volverlo un objeto de caza hasta borrarlo de la faz del planeta.
El material genético disponible del dodo es escaso y de mala calidad, y la especie viva con la que está más emparentado es la paloma de Nicobar.
Así era el dodo, el ave extinguida.
Trofeo de caza
El dodo entró en la imaginación de millones de personas gracias a “Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas”, en donde Lewis Carroll le asigna un personaje apenas secundario pero absolutamente misterioso en el Mar de las Lágrimas.
Elevando a criatura casi mítica, está muy presente en la cultura estadounidense y fue elegido como el producto estrella para la desextinción de Colossal por el apego afectivo que tienen muchas personas con él.
Sin embargo, entre los científicos reina el escepticismo acerca de la posibilidad de que esta hazaña pueda ser lograda, ya que el material genético disponible del dodo es escaso y de mala calidad, y porque la especie viva con la que está más emparentado es la paloma de Nicobar pero es un vínculo muy lejano.
¿Y si potencial futuro de esta tecnología no es crear animales extinguidos sino humanos ex utero?
Paris Hilton en el lanzamiento de su nueva fragancia: Ruby Rush. Foto: AFP.
El gran dilema
De todos modos, no todos los que invierten quieren una mascota como Paris Hilton, sino que están viendo un potencial futuro de esta tecnología que puede ir más allá de especies extinguidas y lograr “humanos ex utero” viables, es decir, personas nacidas tras una gestación completa sin intervención de un cuerpo con útero.
Atento a las preocupaciones que puede generar esta idea pero sin querer ahuyentar inversores, su CEO Ben Lamm siempre busca en sus declaraciones un punto medio aristotélico:
“La eliminación de la extinción es nuestro objetivo principal y nuestro norte. A medida que nos enfocamos en eso, contamos con un equipo de analistas de negocios que busca constantemente aplicaciones. Cuando encontremos oportunidades para los humanos, las aprovecharemos”.
La ciencia ficción, que tantas veces parece perder la ficción con el paso de los años, ya fantaseó con estas ideas en la pluma de Michael Crichton y su Jurassic Park. En la historia original, el parque de entretenimientos instalado en Costa Rica no es más que una excusa para hablar del comercio ilegal y la explotación de animales.
El libro termina con la muerte de casi todos los protagonistas y la decisión de la ONU de destruir con napalm la isla en donde vivían los dinosaurios con la intención de no dejar ningún organismo vivo.
Sin embargo, la novela termina con la frase de uno de sus personajes más recordados, el matemático Ian Malcolm: “La vida, irremediablemente, se abre camino”. ¿Será que volveremos a ver al dodo pero esta vez en una alfombra roja?
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