La primera ministra Sanna Marin está bajo fuego por una fiesta con amigos. Y su par australiano, aclamado por beber cerveza en un concierto.
En un momento en que las mujeres de todo el mundo deberían estar floreciendo, estamos viendo retrocesos impresionantes. Hay una rara tendencia de castigar a las mujeres, al estilo saudita, por su sexualidad.
Sanna Marin, la primera ministra de Finlandia de 36 años, está bajo fuego por haber bailado con sus amigos en una nación que ha recibido el título de “el país más feliz del mundo” en el Informe Mundial de la Felicidad patrocinado por la ONU.
Qué mundo tan sombrío y aún sexista es este, cuando Marin se ve obligada a disculparse entre lágrimas, y a someterse a una prueba de drogas, después de que se filtró un video de ella soltándose en una fiesta privada.
El Helsinki Times afirmó con tono despectivo que parecía la “ministra del baile de graduación” y reprochó la música con la que bailaba como “plebeya”.
Jacinda Ardern, la premier de Nueva Zelanda, defendió a su colega finlandesa y preguntó: “¿Cómo nos aseguramos de atraer a la gente a la política, en lugar de, como ha sido históricamente el caso, desalentarlos?”
Rahm Emanuel, el embajador de los Estados Unidos en Japón, tuiteó sobre un doble rasero que descubría el episodio: el primer ministro australiano, Anthony Albanese, fue aclamado por tomar cervezas en un concierto público, mientras que Marin fue criticada por bailar en una fiesta privada en sus vacaciones.
“La están golpeando como inmadura”, me dijo Emanuel. “Pero es lo suficientemente madura como para llevar a Finlandia a la OTAN. ¿Ha sido una gestión de trabajo duro!, Cualquier necesitaría una pequeña fiesta!” (aludía a la decisión de Finlandia de sumarse a la Alianza Atlántica, aumentando de 1.253 a 2.552 km, más del doble, la frontera del organismo de mutua defensa occidental frente a Rusia. Una reacción a la guerra contra Ucrania que es trascendente por su significativo peso geopolítico. Suecia siguió el paso de Finlandia).
En Estados Unidos
Joe Biden pareció ver cuán anormales están marchando las cosas también en EE.UU. cuando, en un acto en los suburbios de Washington denunció a la pandilla MAGA (el lema de campaña de Donald Trump) por sostener una visión que, dijo, es “como semifascismo”.
Pero, cuando la Corte Suprema derrumbó el fallo Roe vs. Wade que le daba derecho constitucional al aborto, el presidente fue benigno con Mitch McConnell, el líder del bloque republicano en el Congreso.
Es incorrecto decir que McConnell actuó legítimamente solo porque no violó la ley. McConnell se inclinó y rompió las reglas: retuvo a un candidato de Barack Obama durante un año para cubrir un cargo vacante en la Corte Suprema y luego, cuando faltaba apenas una semana para las elecciones de 2020, respaldó el ingreso al tribunal de la fanática religiosa Amy Coney Barrett.
Barrett pertenecía a un grupo cristiano llamado “Gente de Alabanza”, en el que los hombres toman las decisiones sobre sus esposas.
Ahora, Barrett está tomando decisiones por todas las mujeres del país, y es un ultraje. The Guardian informó sobre otro video filtrado de una reunión reciente, mucho más aterrador que el que cuestiona a Marin. Exhibe a la esposa del tiránico líder de “Gente de Alabanza” reconociendo que algunas mujeres del grupo lloraron tan intensamente debido a sus roles serviles que tuvieron que usar anteojos de sol.
Las mujeres que pensaron que el caso de Roe nunca sería realmente revocado, o que si sucediera no tendría tanto impacto, ahora se están dando cuenta del terremoto que ha significado.
Tudor Dixon, una acólita de Donald Trump que es la candidata republicana a gobernadora en Michigan, dijo al canal Fox que el aborto debería ser ilegal incluso en el caso de menores violadas. Ella sugirió que tener el bebé aún en esas condiciones podría ser “curativo”.
Muchas mujeres están enojadas y muchas se están registrando para votar en noviembre. Así como las mujeres impulsaron a Biden a la Casa Blanca, ahora las mujeres tienen que rescatarnos nuevamente de un grupo de conservadores locos que buscan determinar nuestra atención médica y cómo vivimos nuestras vidas. Y tal vez pronto, si podemos incluso ser reinas del baile.
Fuente: The New York Times
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