Rita Fournier armó una ONG a pulmón. Su trabajo es clave para ayudar a mujeres y nenas con cáncer que no pueden pagar los $ 100.000 que cuesta una peluca.
—«Pelucas solidarias 9 de Julio» es nuestro nombre, pero «Cambiamos pelitos por sonrisas» es nuestro eslogan… más bien, nuestro espíritu, nuestro motor — cuenta a Clarín la peluquera María Rita Fournier (58), militante incansable por la empatía.
Desde hace muchos años, trabaja en un salón propio, donde le tocó atender a mujeres de todas las edades que atravesaban tratamientos oncológicos. Acudían a ella para que las rapara. Lo hacía de forma gratuita. A cambio, se involucraba, se llevaba historias, inspiración y más de una amistad.
En 2016, supo que era el momento de transformar las ganas de seguir ayudando en acción. Sus cinco hijos habían crecido y la casa estaba vacía (aunque no por mucho tiempo). Siempre se había dedicado a cortar el pelo: ahora, se trataba de devolverlo. Empezó juntando mechones para una organización de Baradero que confeccionaba pelucas.
Un año más tarde, le pidió a su esposo Horacio que la acompañara al lugar: quería aprender a hacer sus propios modelos. Los primeros intentos, según sus palabras, «dejaron mucho que desear». No es una empresa fácil: lleva tiempo, colaboración, capacitación, técnica. Poco a poco se fue perfeccionando.
Horacio siempre estuvo a su lado. Y, superando algún reparo inicial, no tardó en sumarse a la movida solidaria: formándose, armando las cortinas de pelo, viajando. Ahora debió tomarse una pausa, tras ser diagnosticado de cáncer. Pronto va a volver.
—A veces, las personas pensamos que no nos puede tocar, hasta que nos pasa —acota Rita, siempre fuerte.
Otra de las integrantes de «Pelucas solidarias», pilar fundamental de la agrupación, es su amiga Ana. Ella tuvo cáncer en tres oportunidades y sigue firme, haciendo pelucas, porque sabe por experiencia propia la importancia de la tarea.
Mucho más que pelo
Actualmente, «Pelucas solidarias» rompió las fronteras de 9 de Julio. La ONG envía pelucas sin ningún costo a mujeres que lo necesitan. De Norte a Sur. A lugares donde ni siquiera llega el correo, como el Impenetrable Chaqueño.
Llegaron a hacerles pedidos de Venezuela, Paraguay, Perú, Colombia. Como si fuera poco, personas de todo el país acudieron al local a aprender este oficio indispensable: hoy, hay «sedes» en distintas provincias y localidades.
En general, las que llaman o le escriben son mujeres: de las 5.300 pelucas entregadas, solo tres fueron para hombres. Algunas son para adolescentes y niñas.
Es el caso de Morena, quien llegó al local de Rita con solo cinco años, acompañada por su mamá. Sufría bullying en la escuela y recobrar la cabellera cambió su vida. Le rogó a la peluquera que nunca parara: un pedido que recuerda cuando se siente cansada, o frustrada por la falta de apoyo económico de las autoridades. Pasaron cinco años: la chica se curó y siguen en contacto.
Hay un dato desconocido por muchos: una peluca bien hecha, de pelo natural, ronda los cien mil pesos. Una cifra impagable para la mayoría de la población. Conductores famosos que invitaron a Rita por una entrevista —relata—, la llamaron luego para pedirle una peluca para familiares o conocidos.
—La pérdida de pelo es algo muy duro de afrontar. Por un lado, hay una mirada de la sociedad, que es lo primero que hay que cambiar. Por otro lado, hay una cuestión personal, que tiene que ver con la identidad de cada una. El pelo es el marco de la cara.
«Volví a ser yo», le dijo a Rita una señora que se privaba de ver a sus nietos por vergüenza. El aislamiento es enemigo de la recuperación. Otra razón por la cual estas costureras del pelo se entregan de lleno.
El trabajo no termina con la entrega. Hay un contacto permanente a través de llamados, visitas y mensajes de WhatsApp: un lazo más fuerte que el pelo.
Cajitas felices
Lo único que pagan las beneficiarias de este servicio solidario es el correo. Siempre hay excepciones: si alguien no tiene el dinero, Rita se encarga de eso también.
Cada peluca llega en un paquete con instrucciones de cómo cuidarlas, un turbante, pañuelos de lana y corazones. Para las más chiquitas, hay «cajitas felices», con ositos de peluche, libros de cuento, cuadernos para pintar y cualquier otro elemento que la gente haya acercado.
Lo único que se pide es que, una vez finalizado el tratamiento, las pelucas sigan circulando. Volviendo a la organización o con otro destinatario (personas, instituciones, ONG’s). Una verdadera cadena de favores, merecedora de su propia película.
Pelitos y granitos de arena: cómo ayudar
«Pelucas solidarias 9 de Julio» obtuvo una distinción de honor por parte del Concejo Deliberante y el soporte imprescindible para su financiamiento de una marca cosmética de tinturas. Además, recibe donaciones de pelos, shampoo, crema, peines, elementos para coser, cabezas de telgopor y otros utensilios por parte de colaboradores.
Detrás de cada producto terminado, hay garra y pulmón. La mitad de la casa de Rita y la mitad de su salón están ocupadas por pelucas. Muchas veces reacomoda los turnos para llegar con los plazos (se propuso hacer de a cien por mes).
El deseo de Rita es que haya más voluntarios y voluntarias que quieran aprender la labor. «Sí, van a tener que resignar tiempo… pero lo que das y lo que te llevás es mucho más grande, mucho más grande«, repite. Mientras tanto, emplea a costureras. Esta semana, vino a Capital a dar un taller de la técnica de armado de pelucas en un hotel porteño para difundir su trabajo.
No se queda ahí: está convencida de que es necesario un proyecto de ley que contemple la necesidad de los pacientes oncológicos y les garantice el acceso a una peluca, si así lo desean.
Lo entiende como una cuestión de bienestar, de autoestima, de poder enfrentar la enfermedad sin esa preocupación tan grande que le expresaron las mujeres que ha conocido a lo largo de los años.
«Con 20 centímetros de pelo, que vuelven a crecer, mejorás la calidad de vida de quienes más lo necesitan», concluye para incentivar a donar. Para contribuir, se puede buscar información en la cuenta de Facebook Pelucas Solidarias 9 de Julio y en el Instagram @317pelucassolidarias.
AS
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