Con el Edsel, la marca buscaba refundarse en los 50: se transformó en la peor decepción y generó increíbles pérdidas.
“The Edsel Show” irrumpió en la pantalla de CBS, una de las cadenas más importantes de la televisión norteamericana, en septiembre de 1957. El show, inédito para la época por la puesta en escena, contaba nada menos con las actuaciones de Frank Sinatra, Bing Crosby y Louis Armstrong, figuras de enorme relevancia ya en aquellos años. Se trató, además, del primer programa de televisión grabado en video, dado que hasta entonces las producciones se hacían en vivo y en directo.
El éxito fue inmediato: cautivó una audiencia de 50 millones de espectadores, casi el 30% de la población de los Estados Unidos. Lo inédito para entonces radicó en que la tremenda apuesta televisiva era apenas la punta de lanza de la estrategia de comunicación del Ford Edsel, el vehículo que pretendía cambiar el paradigma de la marca y que, por lo tanto, hacía su debut rutilante en la pantalla más caliente de la TV. Pero la realidad no tardó en aniquilar las pretensiones de aquel modelo.
Ford Edsel: un insólito capricho
Durante la primera mitad de la década del 50, General Motors fue el que mejor interpretó la necesidad del usuario norteamericano en el contexto de una economía que permanecía floreciente desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Su portafolio de marcas abarcaba distintos modelos que cumplían a la perfección con el gusto de los clientes, sin importar su nivel social. Buick y Oldsmobile dominaban en el segmento medio, por ejemplo, mientras que Cadillac seducía en la gama alta. Tanto Ford como Chrysler, los otros dos gigantes de Detroit, tenían menos estructurada su cartera de vehículos, y lo sufrían.
En particular, Ford atravesaba unos años turbulentos en donde se buscaba darle una nueva dirección a la compañía. Edsel Bryant Ford, hijo de Henry Ford, fue presidente de Ford Motor Company desde 1919 hasta 1943, año de su fallecimiento a raíz de un cáncer de estómago. A pesar de sus 79 años, el fundador de la compañía debió hacerse cargo nuevamente de la firma que había fundado en 1903, hasta que se débil estado de salud obligó a que su nieto, Henry Ford II, heredara el sillón máximo de la empresa a partir de 1945.
El joven Henry Ford II decide rodearse de viejos compañeros que había conocido durante su paso por las Fuerzas Armadas para emprender la difícil aventura de la refundación. Así, en 1946 contrató a algunas de las mentes más brillantes de Estados Unidos para que lo ayudaran a recuperar la empresa. Aquel grupo de veteranos de la Segunda Guerra, denominado Whiz Kids, ofrecía una asombrosa preparación en analítica y control financiero, pero su conocimiento de la industria automotriz era nulo.
Al grupo lo lideraba un coronel especializado en control estadístico, Tex Thornton, y bajo su mando estaban nombres importantes entre los que figuraba, por ejemplo, Robert McNamara, quien luego presidió la compañía en 1960, y más tarde también fue secretario de Defensa de los Estados Unidos. Este equipo joven y talentoso puso en marcha una nueva estrategia de productos para hacerle frente al dominio de General Motors.
Ford Edsel
Uno de los peores autos de la historia
Aquella restructuración incluyó la creación de una división para nuevos desarrollos, que fue la que dio origen al Edsel, bautizado así en honor al hijo del fundador de la compañía. Con este modelo, los Whiz Kids pretendían impactar en el segmento medio con un vehículo familiar innovador y accesible, pero en el reacomodamiento terminó con precios similares a los Mercury, otras de las marcas de Ford, y con falencias en materia de calidad.
El Edsel fue creado con la premisa de ofrecer glamour y lujo a un precio accesible. Su diseño estuvo a cargo de un tal Roy Brown (creador del Lincoln Futura que luego dio origen al Batmóvil), quien recibió la misión de crear un estilo original y rupturista: la parrilla delantera, vertical y ovalada, apareció como respuesta contundente a los requisitos impuestos desde el comité de la empresa.
Pero tanto el público como la prensa especializada no tardaron en darle la espalda al nuevo diseño de Ford: lejos de llamar la atención, fue centro de burlas y críticas masivas.
“He aquí el Edsel, nunca se ha visto un automóvil como éste”. La tremenda campaña publicitaria desplegada por Ford para el Edsel, además, estaba respaldada por una fuerte estrategia de producción. La marca había designado cinco plantas de montaje para su fabricación, y había desarrollado una red de entre 1.200 y 1.400 concesionarios para su venta.
El derrumbe del proyecto del Ford Edsel
Si bien el modelo ofrecía algunas novedades en materia de desarrollo, como la transmisión automática “Teletouch” que se operaba con botones ubicados en el centro del volante, y las luces de advertencia de bajo nivel de aceite y temperatura del motor; su lista de defectos crecía a la par de las críticas despiadadas.
La caja de cambios, por ejemplo, debió cambiarse porque se trababa, la dirección era imprecisa, las puertas no cerraban bien y el motor V8 de 5.4 cm3 gastaba unos de 30 litros cada 100 kilómetros. Imposible de soportar para los presupuestos flacos que empezaba a imponer la recesión de fines de los 50.
Por entonces los medios hicieron trascender que en muchas ocasiones los Edsel llegaban a los concesionarios sin terminar, ya que los operarios de la línea de montaje se los confundían con los Mercury y dejaban piezas sin colocar. Los vendedores nunca supieron cómo hacer frente a aquellos vehículos incompletos y mal terminados. Fueron quienes primero dejaron de creer en el modelo, y eso resultó letal para la estrategia de la marca.
Entre julio de 1957, cuando empezó a producirse, y enero de 1959 se construyeron 110.847 unidades del Ford Edsel, cuando la marca había calculado vender entre 100.000 y 200.000 sólo el primer año. Un fracaso de una magnitud enorme.
Ford anunció la cancelación del programa Edsel el 19 de noviembre de 1959, sin poder siquiera exportarlo a otros mercados menos pretenciosos. Al cabo de los 29 meses que duró este proyecto, la compañía perdió 350 millones de dólares de aquella época y quedó al borde del abismo financiero. El nombre Edsel no sólo se perpetuó como sinónimo de fracaso en la compañía, sino que hoy representa una de las mayores decepciones en la historia de la industria automotriz.
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