“Puedo ser inteligente cuando la ocasión lo requiera”, bromeaba el personaje de Monroe en Los caballeros las prefieren rubias. “Pero a la mayoría de los hombres no les gusta”. Y no le faltó razón.
Sesenta años después de la muerte de Marilyn Monroe, la belleza rubia sigue siendo recordada como una figura trágica, una víctima pasiva del Hollywood más patriarcal. Pero no es así como la recuerda su amiga Amy Greene, de 92 años: “Cielo, ella nunca fue una víctima. Ni en un millón de años. Era una mujer joven y vital que amaba la vida, las fiestas y que se lo pasaba en grande”.
Greene lleva diciéndolo desde hace 60 años, ya que Monroe fue su compañera de piso, niñera ocasional de su hijo, Joshua, y musa de su marido, el difunto fotógrafo Milton Greene. El domingo pasado Greene, así como la biógrafa de Monroe Sarah Churchwell y actrices como Mira Sorvino, Amber Tamblyn y Ellen Burstyn, repasaron la vida y obra de Monroe en la nueva docuserie de CNN Reframed: Marilyn Monroe narrada por Jessica Chastain.
A continuación, varios ejemplos que demuestran que Monroe fue la artífice de su propio destino (gracias a la inestimable ayuda de Greene y de Starbuck).
Contribuyó a crear su propia imagen de cara a la industria hollywoodiense
Al igual que la mayoría de estrellas de su época, Monroe fue un producto de la industria de Hollywood: cambiaron su nombre, su color de pelo y la historia sobre sus orígenes para crear una imagen que vendiese más. Pero Monroe, cuyo nombre de nacimiento era Norma Jeane Mortenson, también interpretó un papel activo en el proceso de su propia metamorfosis como estrella de cine. Firmó su primer contrato con la 20th Century Fox, en concreto con el ejecutivo Ben Lyon, que la rebautizó como “Marilyn”. La entonces modelo insistió en utilizar el apellido “Monroe”. Más adelante explicó por qué: “Quise utilizar el apellido de soltera de mi madre porque sentí que me correspondía por derecho. Y las cosas de verdad rara vez acaban en circulación”.
En aquel momento de su vida, Monroe, que entonces apenas rondaba los 20 años, ya era una superviviente. Una superviviente de abusos sexuales, de una infancia caótica con una madre esquizofrénica estuvo años enteros entrando y saliendo de hospitales psiquiátricos y de un primer matrimonio concebido para mantenerla lejos de los orfanatos cuando tan solo tenía 16 años. Pero también tenía muy claro qué era lo que quería (una carrera cinematográfica) y cómo conseguirlo. Tras la visita de un fotógrafo a la fábrica de municiones en Van Nuys donde Monroe trabajó durante los años 40, acabó dejando el trabajo y firmando un contrato con una agencia de modelos, se divorció de su primer marido (que no apoyaba su carrera profesional), y empezó a tantear a diferentes estudios para ponerse manos a la obra con la idea de dedicarse a la actuación.
Cuando 20th Century Fox comenzó a publicitar a Monroe como personaje y a utilizar su nuevo nombre, borraron por completo su historial familiar y su búsqueda activa de una carrera cinematográfica y crearon una historia sobre sus orígenes más fácil de vender al gran público. Los agentes del estudio la mostraron como una huérfana descubierta mientras trabajaba como niñera para un cazatalentos. No solo se subió al carro de reescribir sus antecedentes para que fuesen aptos para todos los públicos, sino que posó en unas fotografías en las que aparecía cambiando pañales y leyendo cuentos a unos niños para un artículo publicado en 1947 con el titular “Una niñera preciosa”.
Según Starbuck, “Le sacaron fotografías en las que aparecía con lazos enormes en el pelo y cambiando pañales. Todo aquello se lo inventaron por completo. Pero ella supo qué era lo que tenía que hacer para llegar a donde ella quería”.
Supo cómo sacarle provecho a sus aliados más poderosos
Monroe tomó clases de actuación y pasó muchas horas rodeada de fotógrafos para aprender cuáles eran sus mejores ángulos y refinar su propia imagen ante las cámaras. Pero en el mundo de los estudios cinematográficos, entonces completamente dominado por los hombres, Monroe no podía conseguir todo lo que quería por sí misma. En palabras de Mira Sorvino, que dio vida a Monroe en la película de 1996 Norma Jean y Marilyn: “Creo que Marilyn tuvo que aceptar el hecho de que tendría que salir con algunos hombres para conseguir sus propósitos. Y creo que jamás debería haberse visto en la tesitura de elegir hacerlo. Pero al menos fue decisión suya”.
A los 21 años, después de que 20th Century Fox decidiese no renovar su contrato, Monroe entabló lo que la docuserie describe como “una relación íntima» con el poderoso ejecutivo cinematográfico Joseph Schenck. Churchwell lo explica así: “[Monroe] comprendió que tenía dos opciones, o bien decir que no le gustaban las reglas y por tanto no jugar a ese juego, renunciando a su sueño de forjarse una carrera, o reconocer que esas eran las reglas del juego y decidir cómo gestionarlo”. Schenck más adelante convenció a Harry Cohn, jefe de producción de Columbia Pictures, para que le concediese un contrato de seis meses a Monroe, tal y como recuerda Donald Spoto en el libro Marilyn Monroe: The Biography.
A finales de los años 40, Monroe se igualó los cuadernos con Johnny Hyde, su agente y amante unas décadas mayor que ella. Se mudó con él cuando todavía estaba en la veintena y él ya superaba los 50 años y fue él quien le consiguió un contrato de siete años de duración con 20th Century Fox. Según un extracto de la biografía de Barbara Leaming:
El agente con hechuras de enano, muy enamorado de Marilyn, creía en su sueño de convertirse en una estrella como nunca antes lo había hecho nadie. Incluso se rumoreaba que fue él mismo quien aseguró el nuevo contrato que negoció para ella con la 20th Century Fox. Antes de conocer a Johnny, Marilyn firmó contratos breves tanto con 20th como con Columbia, pero ninguno de los dos estudios decidieron quedarse con ella. Hyde estaba decidido a que las cosas fueran distintas en aquella ocasión.
Así lo pareció, al menos por un tiempo. En 1950 los esfuerzos de Hyde empezaron a dar sus frutos. Marilyn supo llamar la atención con papeles pequeños pero llamativos en La jungla de asfalto de John Huston y Eva al desnudo de Joseph Mankiewicz. Fue gracias a Johnny que tuvo la oportunidad de trabajar con los mejores directores -y de saber quiénes lo eran.
Dicho lo cual, Monroe también rechazó a más de un hombre poderoso. Si bien aceptó la ayuda de Hyde para avanzar en su carrera, al parecer jamás aceptó su dinero. Cuando todavía estaba vigente su contrato con Columbia, Cohn, jefe de los estudios (y un conocido mujeriego, pero sin duda uno de los hombres más poderosos de Hollywood en aquella época) la invitó a su yate. A lo que ella respondió: “¿Nos acompañará tu mujer?”. Cuando se terminó su período de seis meses, Cohn decidió no renovar su contrato.
Se adelantó al #MeToo
En 1952, antes de que Monroe alcanzase el estatus de gran estrella cinematográfica gracias a Los caballeros las prefieren rubias, la actriz fue coautora de un artículo junto a la periodista Florabel Muir titulado “Wolves I Have Known” (“Los lobos a los que conocí”) sobre los depredadores con los que tuvo que tratar en Hollywood. En él, Monroe escribió lo siguiente: “Al primer lobo al que conocí debería de caérsele la cara de vergüenza porque trató de aprovecharse de una cría… me dio un guion para que lo leyera y me dijo cómo posar mientras lo hacía. Todas las poses tenían que ser reclinadas, pese a que lo que estaba leyendo no pareciese requerir de tal posición”.
A pesar de que Monroe decidiese no dar los nombres de ninguno de los lobos, su decisión de firmar un artículo como aquel fue un riesgo muy bien calculado. Desgraciadamente, su franqueza, de nuevo adelantada a su tiempo, se ha quedado en una mera nota al pie que se pasa por alto en comparación con los continuos relatos de sus experiencias sexuales con otros famosos.
Fue toda una maestra del marketing improvisado
En 1949, su productora quiso que Monroe pasara el verano en Nueva York para promocionar un papel pequeño (pero de los que dejan huella) en la película de los hermanos Marx Amor en conserva. Monroe, natural de California, nunca antes había pisado Nueva York y se imaginó que sería tal y como salía en las películas: con nieve en las aceras. Así que aterrizó en la Gran Manzana con sombrero y traje de lana.
“No tenía ni idea de que haría tanto calor”, dice Starbuck. “Pero en lugar de ir a comprarse ropa nueva, lo transformó en un golpe de genialidad publicitaria”. Monroe le echó cara y, colaborando con su propio estudio, posó para unas fotografías suyas en Nueva York con su traje y sombrero de lana, una gran sonrisa en el rostro, cucuruchos de helado y abanico en ristre y el siguiente pie de foto “La importación más caliente de Hollywood”, según Starbuck. La productora lo explica así: “Era realmente ingeniosa y se le ocurrían todo tipo de maneras interesantes de presentarse a sí misma. Comprendió cuál era el poder de su marca mucho antes de que existiera esa idea como tal”.
A principios de la década de los 50 consiguió una serie de papeles en los que tuvo que aparecer en bañador e interpretar papeles de cazafortunas despistada o de acompañante sexy en películas como Memorias de un don Juan, No estamos casados, Me siento rejuvenecer y Mi mujer se casa. Pero ella estaba decidida a convertirse en una estrella pese a que sus papeles la desmerecieran y se acercó a los publicistas para aprender más sobre el sutil arte del estrellato. Empezó a llegar tarde a las fiestas y llegar con vestidos de lo más exiguos para llamar la atención y crearse un aura de estrella del cine sexy que fuese a juego con sus papeles.
“Se dio cuenta de que ‘la gente quiere sacarse fotos conmigo, quieren saber más sobre mí’. Fue una especie de precursora de Kardashian en ese sentido”, dice Tamblyn en la docuserie. “Creó toda una narrativa visual. Lo habría petado en Instagram. Habría sido la mayor influencer de la historia”, añade Sorvino. Y además se lo tomaba con muy buen humor: una vez apareció en una sesión de fotos vestida con un saco de patatas.
Supo reapropiarse de sus fotografías desnuda
Después de casarse con Joe DiMaggio, el histórico deportista estadounidense, su valor como estrella se disparó. “Mucha gente dijo en su día que fue una estrategia publicitaria”, dice Churchwell en la docuserie. “Es muy posible que así fuera. Te aprovechas el estrellato de otra persona para añadirle valor al tuyo”. Más allá de que su historia de amor fuese real o no, lo que está claro es que su matrimonio fue todo un acierto para la carrera de Monroe. Pero con la fama estratosférica también llegó el escándalo: salieron a la luz algunas fotografías de Monroe desnuda de la época en la que trató de ganarse la vida como modelo (por apenas 50 dólares), algo que desmentía por completo la historia que confeccionaron los estudios sobre el descubrimiento de Monroe mientras ejercía de niñera.
En lugar de dejar que su estudio se encargara de la situación, Monroe fue por libre y negoció los términos de su propia entrevista con la periodista Aline Mosby. En ella Monroe explicó su verdadera historia y reveló que el único motivo por el que posó para esas fotografías fue porque necesitaba el dinero. “Tenía deudas”, explicó. “Siempre dependí de mí misma. Nadie me ha mantenido en toda mi vida. No tenía familia. No tenía a dónde ir”. También dijo “además, no me avergüenzo. No hice nada malo”.
“Aquello fue una decisión verdaderamente arriesgada y ella no sabía cómo podría salirle”, dice Churchwell. Pero a la gente le gustó la honestidad de su explicación y poco después salió en la portada de la revista Life. En una entrevista posterior, Monroe lo resumió así: “Gracias a Dios, todos somos criaturas sexuales”.
Abandonó el rodaje de una película al enterarse de que pagaban mucho mejor al actor coprotagonista
En 1954, 20th Century Fox obligó a Monroe a coprotagonizar el musical The Girl in Pink Tights. El guion le pareció una auténtica basura a Monroe y así lo hizo saber escribiendo la palabra «basura» una y otra vez en su copia del guion. En aquel momento de su carrera ya había protagonizado varios taquillazos como Los caballeros las prefieren rubias, en el que Monroe insistió en incluir la frase “puedo ser inteligente cuando la ocasión lo requiera, pero eso a los hombres no les gusta”.
Cuando Monroe descubrió que Frank Sinatra, que sería su coprotagonista en Girl in Pink Tights, ganaría tres veces más que ella, se marchó sin más del rodaje y se negó a volver. El estudio la suspendió, pero Monroe se lo tomó como si fuesen unas vacaciones, aprovechando para casarse con DiMaggio ese mismo año y, al parecer, dando el chivatazo para que los fotógrafos pudieran sacar fotografías de su enlace.
“Ella era consciente de que los medios de comunicación la necesitaban, y los medios de que ella los necesitaba”, dice Tamblyn en la docuserie, haciendo referencia a lo recíproco de su relación. Los fotógrafos incluso le siguieron la pista a ella y a DiMaggio en el finger de camino al avión en el que viajaron para pasar su luna de miel. La prensa los sacó en portada (una tónica que se repitió ese mismo año cuando viajó a Corea para animar a las tropas estadounidenses), algo que la puso en una situación de ventaja de cara a sus negociaciones.
Monroe y 20th Century Fox acabaron reconciliándose, tal y como explica Spoto en su libro, y el estudio renunció a exigirle que participara en Pink Tights y en su lugar le ofreció un papel protagonista en La tentación vive arriba de Billy Wilder, además de una bonificación.
Incumplió su contrato para poner en marcha su propia productora
Cuando su matrimonio con DiMaggio fracasó, Monroe siguió sintiendo que no podría obtener el respeto ni los papeles de calidad que buscaba mientras estuviese en 20th Century Fox, así que decidió marcharse a Nueva York y empezar de nuevo. Se mudó a casa de su amigo y fotógrafo Milton Greene junto a su mujer, Amy, y su pequeño, Joshua. Durante sus miles de sesiones de fotos, Greene y Monroe trabajaron juntos para pulir su imagen y que una Monroe más seria y respetable empezara a reflejarse en las fotografías. Juntos también maquinaron un plan para alejarse de los estudios y crear la compañía Marilyn Monroe Productions.
“El problema era que Marilyn Monroe no le hacía ninguna gracia a Darryl Zanuck [director de 20th Century Fox]”, dice Greene. “Estaba completamente decidido a no darle ni un solo papel a su altura. La industria no la respetaba. Y eso es todo lo que ella quería: respeto”.
Monroe albergaba la esperanza de que lo conseguiría una vez tuviese su propia productora. Pero la prensa no se tomó su iniciativa en serio. De hecho, uno de los artículos que se publicaron al respecto le obsequió este titular tan burlón: “A la nueva Marilyn le desconcierta su propia publicidad”.
Al no conseguir el respeto que esperaba por parte de la prensa, se las arregló para conseguir una entrevista con el prestigioso periodista Edward R. Murrow para hablar sobre su empresa. “No es que me oponga a hacer comedias o musicales. De hecho, los disfruto bastante. Pero también me gustaría hacer algún papel dramático”, le explicó a Murrow. La compañía de Monroe más adelante produjo el éxito de taquilla de 1957 El príncipe y la corista, que coprotagonizó el gran Laurence Olivier.
Starbuck afirma que Monroe fue una “adelantada a su tiempo. Creo que el mundo todavía no estaba preparado para ella. Me parece que los jefes de los estudios quisieron controlarla e hicieron todo lo posible por intimidarla y menospreciarla, pero ella supo cómo defenderse. Esa es una de las cosas más sorprendentes sobre ella, lo increíblemente valiente que fue. Aquella mujer fue infravalorada, pero en realidad deberíamos reivindicarla como agente del cambio, pionera, persona que expuso los abusos del poder y que fue, a su vez, poderosa e influyente”. Greene añade: “Sabía que tenía que mover el culo para conseguir lo que quería. Pero sabía muy bien lo que hacía cuando lo hacía”.
Fuente Externa.
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