Fabiola fue reina de Bélgica durante 33 años junto con el rey Balduino. Bélgica la recuerda por su trabajo humanitario y sus profundas creencias religiosas, en las que se refugió para superar su imposibilidad de ser madre.
Fabiola Fernanda María de las Victorias Antonia Adelaida de Mora y Aragón tenía además un pedigrí impecable. Había nacido el 11 de junio de 1928, en Madrid, la tercera de siete hermanos. Era hija de Gonzalo de Mora y Aragón y Fernández de Riera del Olmo, conde de Mora y marqués de Casa Riera, y de Blanca de Aragón y Carrillo de Albornoz. Con la llegada de la República, la familia se exilió en Francia y en Suiza y regresó en 1939 a Madrid, donde recuperaron el palacio familiar de Zurbano, en el que el servicio se reúne todas las tardes a rezar el rosario.
Se dice que Fabiola había querido ser monja, pero terminó como enfermera – desarrolló su labor en San Sebastián y en el hospital militar Gómez Ulla, de Madrid– antes de convertirse en reina de los belgas el 15 de diciembre de 1960, tras casarse con el soberano más joven de Europa en la Catedral de San Miguel y Santa Gudula, en Bruselas. Estuvieron juntos 33 años.
La boda, esa fría mañana de invierno, fue retransmitida en directo por Eurovisión. Balduino tenía 30 años, ella 32 e iba vestida con un impresionante diseño de alta costura de seda española ribeteado con visón blanco y 37 metros de cola, de Cristóbal Balenciaga –a cuyo domicilio acudía la novia a probarse en el mayor de los secretos–. La futura monarca llevaba la tiara de las reinas de los belgas, creación del joyero belga Van Bever, que le había regalado el pueblo belga, el día de su boda, a la princesa Astrid de Suecia, madre de Balduino, fallecida en un trágico accidente de coche en los años treinta.
Fabiola se convierte en la quinta reina de los belgas, tras Louise-Marie, Marie-Henriette, Elizabeth y Astrid. La prensa del corazón lo ve como un mágico cuento de hadas. Las crónicas de la época contaban que la pareja se había conocido en Lausana, Suiza, en casa de la reina Victoria Eugenia, en 1957. Victoria había organizado una recepción en la villa Vielle Fontaine, donde vivía retirada, para que una de sus nietas, hija de la infanta María Cristina, conociera a Balduino, el soltero más codiciado del Gotha europeo, pero también había invitado a Fabiola, que era su ahijada. La reunión no parece tener ningún resultado.
Fabiola regresa a Madrid, donde continúa con sus estudios de enfermería y, poco después, debe enfrentarse a la muerte de su padre. A pesar del duelo Fabiola se acuerda de Balduino y se lo consulta a su confesor, el padre Cavestany, que se pone en contacto con el padre Braun, cercano a la corte belga, y le pide que trate de sondear discretamente al soberano. La respuesta es positiva y el padre Cavestany se convierte en mediador. Le pide a Josefina Carlota, la hermana de Balduino, esposa del futuro Gran Duque de Luxemburgo, que organice una cita en su casa. Una mañana de 1959, Fabiola recibe una invitación con el sello del Gran Ducado. La presentan a la familia de Balduino. Todos los encuentros son secretos. En varias ocasiones, Balduino y Fabiola se dan cita en la Costa Azul, en España y en Courchevel.
Es la primavera de 1960. El 15 de agosto, la última soltera de la familia Mora y Aragón convoca a su familia y les cuenta que se ha comprometido con el rey de los belgas. El 15 de septiembre, el compromiso se hace oficial ante la prensa en el Castillo de Ciergnon. El matrimonio fue un ejemplo de complicidad y apoyo mutuo. Fabiola acompañó en todo momento a su marido y supo aconsejarle y ayudarle en la tarea de gobernar. Fabiola se convirtió rápidamente en una reina muy popular por su naturalidad y su mano izquierda. Utilizó sus regalos de boda para crear un fondo que le permite financiar su secretariado privado. El rey y la reina son una pareja moderna y deciden estar cerca de los belgas. Viajan en metro, van al supermercado. Su vida es sencilla. En todo su reinado sólo organizarán un baile en la corte para celebrar la mayoría de edad de Astrid, la hija de Alberto y Paola. Por lo demás, la entrega de Fabiola a los desfavorecidos es ejemplar. Trabaja sobre todo con las personas con enfermedades mentales y supervisa personalmente los proyectos.
Pero tanto Balduino como Fabiola esconden un drama íntimo que no pudieron superar: nunca tuvieron hijos. Durante sus primeros años de casada, Fabiola sufrió cinco abortos espontáneos sucesivos que pusieron en peligro su vida. Los reyes tuvieron que renunciar a seguir intentando un embarazo. En 2008, Fabiola lo confirmó en una entrevista en televisión: «Perdí cinco niños», dijo, «pero he aprendido a vivir con ello». Las crónicas sociales se llenaron de la tristeza de Fabiola. El heredero no llegó nunca.
Fabiola llegó a sugerir la anulación de su enlace para asegurar la descendencia de la Corona, pero Balduino se negó. «Entendimos que así nuestros corazones eran más libres para amar a los niños, absolutamente a todos ellos», dijo el rey. Fabiola multiplicó las acciones caritativas, en especial con la creación de la Fundación Fabiola para la salud mental. También se dedicó a la lucha contra la prostitución y la emancipación de la mujer en países en vías de desarrollo. Tanto Fabiola como Balduino se dedicaron también a sus sobrinos, los hijos de Alberto, hermano de Balduino, y Paola de Lieja.
Balduino falleció el 31 de julio de 1993 en la propiedad que los reyes tenían en Motril, Granada, Villa Astrida, de un infarto. La reina Fabiola, de una honda fe católica, que a menudo se ha juzgado excesiva por su proximidad con las posturas más conservadoras de la Iglesia y con el Franquismo, dejó una imagen imborrable al asistir al funeral del rey Balduino, en 1993, vestida de blanco, signo de esperanza y resurrección.
A pesar de su ejemplaridad, Fabiola, sin embargo, se encontró en el centro de la polémica tras crear, pocos años antes de morir, una fundación destinada a «ayudar» a sus sobrinos y a obras culturales o sociales que promovieran las convicciones católicas. La realidad, tal y como la vio la opinión pública y el Parlamento, es que era una forma de que su herencia escapara del impuesto de sucesiones. Afectada por la polémica, Fabiola desistió del proyecto y se retiró un poco más de la vida pública. Su funeral fue muy emotivo. La reina querida por los belgas había vuelto a emerger lejos de las polémicas.
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